El concepto “partidocracia” es una muletilla intermedia entre la leyenda urbana y la tontería neta que, echada a rodar por las autopistas y chaquiñanes de este país, hizo creer a la mayoría que en Ecuador gobernaban los partidos políticos, cosa que no era cierto en 1999 y jamás de los jamases lo fue. Los cuatro mayores caudillos que han gobernado el país nunca lo hicieron acompañados de partidos políticos sólidos y orgánicos. García Moreno y Alfaro fueron apoyados por las tendencias conservadora o liberal, movimientos difusos con poca o ninguna estructura permanente, en la que flotaban sus recias individualidades. Más de una década después de muertos estos dos poderosos personajes se fundaron respectivamente el Partido Católico Republicano y el Liberal Radical que pretendieron representar el pensamiento de sus líderes. Y notarán que ninguno de los dos logró llevar a Carondelet a uno de sus afiliados en procesos limpios y claros. Por su parte, Velasco Ibarra y Rafael Correa se esmeraron en no permitir que en su torno surjan verdaderos partidos.

Virgilio Saquicela y la mitad de los exlegisladores que fueron cesados se postularían nuevamente para las elecciones de agosto próximo

Me parece que no ha sido la reiteración histórica del a-partidismo de sus líderes la que ha hecho a los ecuatorianos renuentes a la organización política, sino que esta tendencia está enraizada en el ADN psíquico de la población, propensa a no vivir de manera organizada, sin visión de futuro, sin asumir compromisos permanentes. Desafectos a la disciplina y a los esfuerzos sistemáticos, para no hablar del hábito de dejarnos llevar por las emociones en lugar de las ideas, alcanzamos el éxtasis con los desbordes verbales y biliares de lideres erráticos. A finales de los noventa, un pequeño intento de un sistema de partidos fue ahogado por el disparate mil veces repetido de la “partidocracia”.

¿Por qué hay tanto movimiento político si las elecciones seccionales son el próximo año?

Un Congreso que pierde poder político

Casi no hay dirigentes formados en la actividad política, con una visión holística del fenómeno estatal y capacidad probada de trabajo. Por eso los partidos para conformar sus listas recurren a deportistas, bailarinas, comunicadores, en fin, a quienes hayan “sonado” en cualquier actividad, como si la política fuese una actividad cualquiera. Si existiesen partidos basados en entramados amplios, con propuestas desarrolladas en trabajos de largo aliento, constituirían núcleos de aprendizaje político y forja de líderes, como lo son en las repúblicas que merecen tal nombre. No se me ocurre una carrera más importante para la sociedad que la política, pues de quienes la ejercen provienen decisiones fundamentales en todos los campos: seguridad, salud pública, educación, justicia, economía. Qué irresponsable entregar el manejo global de todo esto a improvisados animadores y coristas colocados allí “porque suenan”. Qué distinto sería si contásemos con personas de trayectorias de muchos años, que ya hubiesen desempeñado funciones a nivel local, provincial y nacional. Pienso, por ejemplo, que los alcaldes que tuvieron gestiones exitosas y honestas deberían ser en quienes más se piense para una candidatura a legislador o presidente. Pero no es así, los dirigentes más probados son desplazados por bayaderas y saltimbanquis, mientras las cotorras repiten entusiasmadas “no partidocracia, no partidocracia”. (O)