Es una tesis presente en Estados Unidos desde mediados del siglo XIX, sobre la cual han basado muchas de sus anexiones o expansiones territoriales. En las dos campañas electorales del presidente Donald Trump y su lema MAGA, Make America Great Again, han vuelto a revivir el destino que tiene ese país, para estar predestinado por la providencia para ser grandioso, conducir y liderar al resto de naciones.
Una especie de declaración similar a la del pueblo judío, de ser escogido por Dios, para vencer a sus enemigos y dominar a su región. Hitler lo propuso como tesis de su gobierno, basando su legitimidad en la superioridad racial del pueblo ario, en especial sobre los pueblos judío y eslavos existentes a su alrededor. Los japoneses siempre amparados en su arraigado concepto de superioridad racial, cultural y militar dominaron, conquistaron, invadieron a los pueblos chinos, coreanos y colonias del este asiático, antes de su rendición en 1945.
En Sudamérica, los incas desde el Cuzco con similar proclama, justificaron sus conquistas y anexiones que abarcaron extensas regiones, hasta Colombia al norte y Chile al sur. Los aztecas en Centroamérica por similares consideraciones, dominaron y conquistaron diversos pueblos y se aliaron con Cortés para derrocar y doblegar a los mexicas de Tenochtitlán.
En el caso actual de Norteamérica, ellos quieren justificar sus pretensiones, por razones de seguridad del hemisferio occidental, lograr un equilibrio de fuerzas e influencias geopolíticas. Por ello proclaman la necesidad de controlar Canadá, Groenlandia y recuperar el Canal de Panamá; este último por haber sido construido por ellos y haber perdido la condición de neutralidad. Estados Unidos denuncia la influencia y control indebido de China sobre esa importante vía marítima.
La doctrina del Destino Manifiesto de Estados Unidos, proclamada por el periodista John O’Sullivan en julio 1845, en la revista Democratic Review, presentada como un mandato divino y razón moral de todas las acciones, guerras y políticas expansionistas durante la segunda mitad del siglo XIX; entre ellas la conquista y anexión de los territorios al oeste, hasta llegar a las costas del Pacífico; la dominación y exterminio de los pueblos indígenas, la guerra con México (1846) que les costó más de la mitad de su territorio a dicho país y la guerra con España (1896), que le permitió tomar Guam, Puerto Rico, intervenir en Filipinas, Cuba y reclamar a perpetuidad el dominio de la Bahía de Guantánamo.
En el escrito de O’Sullivan se dice y se proclama textualmente “el cumplimiento de nuestro destino manifiesto es extendernos por todo el continente que nos ha sido asignado por la providencia, para el desarrollo del gran experimento de libertad y autogobierno. Es un derecho como el que tiene un árbol de obtener el aire y la tierra necesarios para su desarrollo pleno de sus capacidades y el crecimiento que tiene como destino”.
Ahora, con razón o sin ella, pretenden aplicar la misma doctrina, ser árbitros internacionales, incorporar territorios y controlar con aranceles el comercio mundial. (O)