Bajo la mirada sobria del retrato de Clemente Yerovi, paradigma del estadista ecuatoriano, se tomaron la foto en el Palacio de Carondelet los presidentes

saliente y entrante al dar comienzo al protocolo de la transición democrática. El uno cerrando un ciclo que falló, el otro iniciándolo con renovadas expectativas.

Ambos comparten a dos tiempos el mismo cuatrienio dividido por la muerte cruzada. Igualmente, haber derrotado al correísmo en segunda vuelta con un resultado que es reflejo de un país dividido casi por la mitad. Al tiempo, representan una misma tendencia política de centroderecha promercado que se contrapone con la izquierda impostora del socialismo del siglo XXI.

Por consiguiente, el fresh start o nuevo comienzo de Daniel Noboa Azín no puede replicar los errores que han descarrilado el gobierno de Guillermo Lasso.

Tiene a su favor haber ganado con una posición que rehúye la confrontación y, en consecuencia, con un discurso de unidad nacional que debe encontrar en esta hora su espacio y forma.

Con acierto ha dicho que no va a excluir al correísmo del diálogo, lo que supone la apertura a un acuerdo mínimo en el seno de la Asamblea Nacional, AN; asimismo con otros actores políticos sobre seguridad, educación, salud, lucha contra la corrupción (aunque suene paradójico), etc., que no incluya la impunidad, más allá de garantizar la independencia de la Justicia.

Este punto de partida se torna fundamental para la gobernabilidad del país en este período intermedio de 18 meses. La elección del nuevo presidente de la Asamblea Nacional marcará la pauta. Muchos no han reparado en el detalle. Pero hace muchos años que la Legislatura no tiene un titular de jerarquía que desempeñe su rol institucional por encima de los intereses partidistas. Han sido meros comisarios políticos al servicio del gobierno de turno o, peor aún, conspiradores y también amarradores a sueldo.

La conformación del equipo de Gobierno es capítulo aparte. Tendrá que ser una combinación de juventud y experiencia, con énfasis en el recambio generacional. Deberá ser inclusivo y no limitarse al entorno de campaña que necesitará una mayor conexión con amplios sectores de la sociedad. Hay que evitar el síndrome de la burbuja de poder que es efímera y conduce al fracaso.

En cada nombre que escoja, Noboa se jugará el prestigio y la credibilidad de su administración neonata. No tendrá margen de error. Si comienza con bandazos perderá rumbo y no habrá tiempo de rectificar.

Tendrá que iniciar su mandato con dos o tres golpes de efecto. Hay espacio para escogerlos bien por el lado de la seguridad o la economía. Lo de la consulta popular hay que pensarlo mejor. Por la cortedad del mandato es de alto riesgo remover la polarización de un electorado muy dividido. Mucho de lo que se propone puede ser producto de sus acuerdos con la legislatura que tendrá que extenderle la mano.

Hay un activo que juega a favor de Noboa. Tiene la posibilidad de unir a los ecuatorianos, cosa que jamás hubiera podido hacer Luisa González. Con esa base revitalizar la menguada autoridad presidencial, acaso inspirado por el ejemplo de don Clemente. (O)