Ayer, cuando los alumnos íbamos a los planteles educativos, debíamos presentarnos con uniformes limpios y planchados, el cabello corto los hombres y muy bien peinadas las mujeres, los zapatos brillando y sin tatuajes en el cuerpo. Y cuando el profesor entraba a la clase, nos poníamos de pie, en silencio sepulcral, en señal de saludo y bienvenida. A nadie se le ocurría portar en la mochila dagas, drogas o alcohol para consumirlos y mucho menos comercializarlos, ni tampoco lanzar improperios contra los demás. Rara vez acontecía que el padre o madre de familia iba a la escuela o al colegio a reclamar al maestro porque había reprendido al alumno o porque lo había “dejado de año”. En el hogar se observaba un respeto mutuo entre los miembros de la familia, que, naturalmente, se replicaba fuera de aquel.

Celulares: ¿distractores o aliados estudiantiles?

Hoy, casi todo ha cambiado y para mal. Ya no hay respeto al profesor, los papeles se han invertido, ahora este le tiene miedo al alumno. Está prohibido llamarle la atención y si lo hace, corre el riesgo de perder el puesto y de ser enjuiciado. Los pupilos mandan y hacen lo que quieren, con excepciones, desde luego. El teléfono celular se ha convertido en el mejor aliado de los chicos, quienes, en cualquier tiempo, reciben de sus progenitores el aparatito que todo lo resuelve y que sirve hasta de chinesco para los bebés.

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Sabido es que, a través de este, infantes y adolescentes son presa de abuso sexual, secuestros y de delitos cibernéticos por parte de bandas criminales. Según fuentes oficiales, alrededor del 50 % de los adolescentes tiene acceso a uno de estos dispositivos, que son, además, objetos de distracción y solo el 30 % lo utiliza con fines educativos. Y ocho de cada diez niños reciben amenazas de los depravados sexuales, que están a la orden del día a través de las redes.

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Y eso no es todo. Se dice que hay un déficit de 2.223 profesores. Los planteles carecen de lo indispensable y muchos de ellos de computadoras y hasta de profesores de Inglés. Y, la gota que derrama el vaso, el descaro de algunos profesores de un otrora prestigioso colegio de Guayaquil, grabado en un video que se ha hecho viral, en el que aparecen hombres semidesnudos haciendo estriptís, en el auditorio, donde, en el pasado, las alumnas destacadas recibían los premios por su buena conducta y aprovechamiento, y se hacían las horas sociales, durante las cuales semanalmente se exhibían los talentos artísticos de las estudiantes. El silencio sepulcral de otrora, que era signo de respeto, ha sido permutado, lastimosamente, por los gritos y las contorsiones de los estríperes, a vista, paciencia y goce de los maestros presentes.

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Por otro lado, en los hogares, dos de cada tres niños son víctimas de violencia, de castigo físico o psicológico. Ejercer o enseñar disciplina de este modo tampoco es recomendable.

Extirpación celular

Es nuestra obligación hacer un esfuerzo para recuperar la patria perdida ante la falta de principios y valores, la violencia, la corrupción y la drogadicción. Solo a través de un programa educacional progresivo de aplicación colectiva, que involucre a todos los actores sociales, podríamos trazar un camino de desarrollo, donde la prioridad sea la correcta formación de la niñez y la juventud ecuatorianas. (O)