El mundo vive una recesión democrática, y los distintos índices lo reflejan. En la actualidad, el 70 % de la población mundial vive bajo regímenes autoritarios o dictaduras abiertas. América Latina es una de las regiones más afectadas por esta situación. La llamada “primavera democrática” es cosa del pasado, y esto ha sucedido ante nuestros ojos, con la complicidad de muchos que se autodenominan demócratas.

Basta con mirar al vecindario para ver que tenemos tres dictaduras con todas las de la ley: Cuba, Nicaragua y Venezuela. Haití es un Estado fallido sin ninguna solución a corto plazo, y los autoritarismos florecen como tréboles en un campo húmedo. América Central es la subregión que más rápido se ha deslizado por este tobogán. El Salvador y Guatemala son autocracias en pleno funcionamiento. En Guatemala, podemos hablar de la cleptocracia de la casta dominante, que está acabando con las instituciones democráticas y la prensa libre. El caso del periodista José Rubén Zamora es el mejor ejemplo.

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Debo decir que conocí a José Rubén cuando fui a Guatemala siguiendo la pista del curioso caso de un narcoavión que había motivado una llamada personal de Rafael Correa al expresidente guatemalteco Otto Pérez Molina intercediendo por su liberación. Durante mi visita, me impactó ver en el complejo judicial de Ciudad de Guatemala a varios dictadores y presidentes siendo juzgados por sus crímenes y delitos. Eran los buenos tiempos de la Cicig.

Cuando llegué a la casa de José Rubén Zamora, tuve una segunda sorpresa: el periodista, director de El Periódico de Guatemala, no podía salir de su casa. Vivía recluido debido a las amenazas de muerte reales que recibía del crimen organizado y los políticos corruptos, que en Guatemala son la misma cosa. José Rubén se refería a esto como “el pacto de los corruptos”, que además incluía a militares y empresarios. Recuerdo que Zamora ya preveía que lo que sucedía era demasiado bueno para durar, y que el “pacto de los corruptos” iba a regresar para cobrar venganza.

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Dicho y hecho, la venganza llegó de la mano de Alejandro Giammattei y la acción de grupos ultraderechistas que han encarcelado a jueces, fiscales y periodistas que se atrevieron a luchar contra la corrupción y la delincuencia organizada.

En estos días, el juicio a José Rubén Zamora por una inverosímil acusación de lavado de dinero se lleva adelante como un aquelarre judicial. La realidad es que el proceso contra Zamora es una prueba más del declive de la democracia en Guatemala, un país asolado por la corrupción, la violencia y la impunidad. Una nación en la que las instituciones públicas son débiles y la justicia es manipulada por los poderosos. En este contexto, la labor periodística se convierte en una tarea arriesgada y, en ocasiones, mortal.

Pero Zamora no está solo en su lucha. Los periodistas y defensores de derechos humanos en Guatemala han estado alzando su voz en apoyo de Zamora y la libertad de expresión. También ha habido una respuesta internacional, contundente, que se reflejará en la misión internacional que una gran alianza de redes y organizaciones de DD. HH. y libertad de expresión llevará adelante en los próximos días. (O)