La semana pasada se desarrolló en Quito el evento Ecuador Open for Business, en el que el Estado, liderado por el presidente de la República, expuso al mundo las múltiples oportunidades de inversión en nuestro país, en grandes proyectos de servicios e infraestructura que el Ecuador necesita.

Concurrieron importantes firmas jurídicas y banca de inversión que operan en la región, así como representantes de grandes multinacionales de energía, telecomunicaciones, transportación e infraestructura. Un evento sin precedentes en el país.

El éxito de este evento no es coincidencia; si bien es cierto que nuestro país tiene una realidad geográfica privilegiada en el mundo y sus recursos naturales son envidiables para muchos vecinos de la región, no es menos cierto que cuando no existe confianza en el ofertante, los capitales prefieren buscar mercados que les garanticen seguridad jurídica y estabilidad económica para las inversiones.

Es indiscutible, entonces, que el denominado ‘efecto Lasso’, del que ya hemos comentado en esta columna, ha sido el principal atractivo para el éxito del referido evento. Pero todo este esfuerzo y la buena respuesta del mercado quedarán en eso, en tan solo un esfuerzo, si no se logra cambiar la dinámica con la que viene funcionando el Estado ecuatoriano por décadas, que acumula proyectos fracasados o abortados por no hacer lo necesario para que sean exitosos.

Un proyecto de gran envergadura requiere el acompañamiento desde el inicio de multinacionales de prestigio en materia jurídica, en asesoría financiera y en asesoría técnica especializada en la materia del negocio. Solo con la participación de estos aliados indispensables el Estado podrá asegurarse de que el proyecto sea bancable (financiable por la banca internacional o multilateral), que técnicamente esté bien concebido y que jurídicamente cumpla con los estándares internacionales que le permiten a una multinacional de prestigio apostar al proyecto. Así funcionan los grandes proyectos en el mundo y los Estados que lo han entendido y lo practican saben que es el camino responsable y eficiente para sacar el máximo provecho a los recursos públicos y para asegurar el éxito del proyecto.

Obviamente que esos aliados cuestan. Pero si se pretende captar 30.000 millones en inversiones, ese costo esta más que justificado, no solo por su ínfima cuantía en proporción a la envergadura de los proyectos, sino sobre todo, por la certeza que le agrega al mismo.

El problema es que en el Ecuador (con honrosas excepciones) hemos querido hacer la del vivo, y a la criolla, armar procesos sin la información y conocimientos necesarios para estructurar un proyecto exitoso. Y claro, lo barato sale caro.

El resultado: proyectos desiertos (sin interesados o con interesados que no cumplen con los requisitos exigidos) o con oferentes truchos. Y la imagen del país, deteriorada frente al mercado internacional.

Cambiar esa dinámica y demostrarle al mundo que el Ecuador está en capacidad de concretar los proyectos anunciados es el gran desafío de Guillermo Lasso y su equipo.

Esperemos que así ocurra, por el bien de todos. (O)