Durante los casi 19 años que tiene esta columna de opinión, siempre he procurado no repetir los títulos de mis artículos, porque considero que hacerlo sería una suerte de irrespeto a la lengua española, tan rica, versátil y extensa que nos permite verbalizar de muchas maneras una misma idea, con tantas formas gramaticales y sinónimos, a diferencia de otras lenguas que son más sencillas. Sin embargo, y luego de dar muchas vueltas, hoy será una de esas pocas ocasiones en que repetiré el título, pues no encuentro uno mejor para el tema que voy a abordar: la crisis diplomática que el Gobierno del presidente Noboa atraviesa.

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Es conocida la actuación articulada de los líderes y gobiernos del socialismo del siglo XXI. Todos se celebran, solidarizan, atacan y se defienden en bloque; se protegen, se refugian, se esconden y se justifican. Frente al mundo, siempre son un solo puño.

En sus palabras, “un frente unido de defensa popular, ante los poderes fácticos, las oligarquías y el imperio”.

Farsantes.

Casi todos llegan cuestionando a la clase política, intentan apropiarse de todos los poderes, arrasan con lo que queda, y si se van (cuando los botan), siguen sembrando el odio, con la esperanza de volver por lo que les faltó. Son como Othar, el caballo de Atila, que en palabras atribuidas al gran rey de los Hunos decía: “donde pisa mi caballo no crece hierba”.

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Pues lo ocurrido con México es un poco de eso. El eje revolucionario, protegiendo a uno de sus conmilitones, juzgado y sentenciado; y para ello, son capaces de todo.

Ya lo hicieron con una exministra del correísmo, en igual situación que el exvicepresidente.

¿Por qué pensaríamos que, en este caso, ocurriría algo diferente?

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Claro que la crisis se pudo manejar de otra forma, y habrá muchas opiniones de cómo se pudo hacerlo mejor; que la expulsión no era necesaria; que allanó el camino de salida del asilado, etc. Ya sabe, amigo lector, como dice el refrán popular: Todos somos generales después de la batalla.

Lo cierto es que lo hecho, hecho está. Julio César ya cruzó el Rubicón. Alea Iacta Est (la suerte está echada).

Ya sabe, amigo lector, como dice el refrán popular: Todos somos generales después de la batalla.

El exvicepresidente ya está en prisión y México ya rompió relaciones diplomáticas con el Ecuador.

Ahora toca defender al Ecuador y encontrar el camino diplomático adecuado para superar la crisis.

Para ello, el Gobierno debe contar de manera urgente con un equipo profesional, experimentado y del más alto nivel para defender los intereses del país en los diferentes escenarios donde ya se está jugando este partido, y, sobre todo, evitar que comiencen a aparecer medidas coercitivas económicas o de derechos humanos, que pongan al país en una situación apremiante al momento de negociar la solución del conflicto.

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Ojalá el Gobierno comprenda que el socialismo del siglo XXI debe estar operando su poderosa maquinaria de lobbying y relaciones internacionales con afines ideológicos, apalancada por ingentes recursos económicos.

Desde esta columna, respaldamos al Gobierno ecuatoriano y hacemos votos porque, cuanto antes, se encuentre una digna y pronta solución al impase con la hermana república mexicana. (O)