Conversábamos con una querida amiga de la polémica suscitada por la parodia que hace la periodista Alondra Santiago apoyándose en la música del himno patrio.

Su escucha primero me desorienta y luego me irrita, me ofusca, me hiere. Intento dar respuestas a esa reacción espontánea y me pregunto los porqués.

Estamos viviendo en un país que parece desmoronarse sobre sí mismo. No hay un día sin lamentar muertes, sicariatos, corrupción, tragedias humanas individuales y colectivas. Familias destrozadas, bandas mafiosas que se matan entre ellas, niños y jóvenes asesinados sin mirar atrás. Autoridades de elección popular que son miembros de grupos de delincuencia organizada, jueces que prostituyen la Justicia al mejor postor, jóvenes que se quedan sin trabajo, pacientes sin remedios, calles a oscuras, la lista es larga y podemos agregar otros hechos. Que alguien tome el Himno Nacional del Ecuador como una caja de herramientas a la cual recurrir cuando quiere un fondo musical para improvisar (bastante mal, de hecho) críticas a las políticas públicas y a los diferentes actores del drama nacional me interpela profundamente.

No está en juego la libertad de opinión, ni la nacionalidad de quien lo hace, ni sus opciones políticas, según mi parecer. Está en juego el banalizar uno de los pocos símbolos que unen a todos los ecuatorianos. Porque quizás más que el escudo que no todos utilizan y la bandera, que algunos grupos reemplazan por la que identifica sus nacionalidades ancestrales, el himno lo cantan todos, en español o en quichua. El Congreso Nacional en 1948 declaró intangible al himno en letra y música, y en 1965 la Junta Militar de Gobierno declaró al 26 de noviembre de cada año como Día del Himno Nacional del Ecuador.

En Salvados del naufragio hay una página bellísima de Xavier Oquendo Troncoso, publicada el 26 de noviembre de 2009, en la que dice que el himno de un país debería ser su radiografía, su pasado con proyección al futuro, o su misma piel y que lo que más le seduce del poema patrio de Mera es cómo trata a la patria: le tutea, le habla como a una madre. Y recordando una hermosa película argentina de Adolfo Aristarain refiere el diálogo en que el padre le dice al hijo que “la patria no es el territorio, el Estado, las ciudades, la geografía. La patria es el barrio, son tus amigos, tus recuerdos de la niñez, tu idioma, tus travesuras. La patria la haces tú”.

En las circunstancias actuales de Ecuador urge encontrar símbolos que ayuden a unificarnos y ponernos de pie. Urge hacer patria construyendo convivencia. Hay que darles contenido a los símbolos que dicen más que mil palabras y que unen razón, sentimientos, emociones, sabores, perfumes. Que nos hagan sentir orgullo de donde somos y no tengamos vergüenza de proclamarlo al mundo.

Yo tengo dos himnos que me conmueven: de Uruguay, donde nací y están mis raíces, y de Ecuador, donde están mis ramas y mis frutos. Cuando estamos lejos nos trasladan a un pasado que alimenta nuestro presente y nutre el futuro.

Me gustaría tener el himno de la tierra: quizás se logre cuando la humanidad se traslade a otros mundos, y comprendamos que todos somos uno. Mientras tanto, creo que Alondra Santiago nos debe al menos disculpas públicas. (O)