El reportaje de The Economist, reconocida publicación inglesa, que fue publicado hace algunas semanas y que señaló al Ecuador como el narco-Estado más nuevo del mundo, trajo consigo una lógica controversia, pues dicha calificación es un estigma incuestionable que cuesta aceptarlo.
Hace poco tiempo, la autoridad policial máxima de Holanda describió también a su país como un incipiente narco-Estado, lo que le trajo un aluvión de críticas, pues seamos honestos, ningún país quiere cargar con la afrenta de narco-Estado. En todo caso la discusión es inevitable, ya que hay quienes están convencidos de que ya somos un narco-Estado, mientras otros consideran que si bien estamos ante un riesgo gravísimo, hay tiempo todavía de evitar el despeñadero.
Ahora bien, es posible que haya llegado también el momento de interpretar los hechos desde otra perspectiva, para lo cual recomiendo leer, entre otros, un artículo escrito hace algunos meses por el reconocido escritor y periodista italiano Roberto Saviano, en el cual trata de describir lo que ocurre actualmente en el Ecuador.
El título del artículo es revelador “El mundo está hambriento de cocaína y contento de comprarla. Pero piensen en los países devastados que están pagando el precio”. Saviano advierte que en el confort de la visión europea, se han dado el lujo de ignorar la desgracia que ocurre en países que pasan a ser apetecidos por los carteles de la droga; la realidad es que más allá del horror que despierta en el primer mundo la desatada criminalidad de países como el nuestro, eso no es obstáculo para que la demanda de cocaína siga creciendo cada día más.
Saviano menciona también que lo que está ocurriendo en el Ecuador es una historia que debería preocupar a todos, pues el uso de las drogas no es una excepción sino la norma, agregando que el consumo incontrolable de cocaína dejó hace rato de ser un tema de carácter moral, pero que sigue existiendo la ausencia de una reflexión seria en temas como el consumo y legalización de las drogas.
Con un agudo criterio, Saviano sostiene que mientras el mundo se horroriza al ver lo que pasa en el Ecuador, no tiene empacho en consumir cada día más cocaína. Y claro, viene The Economist con su reportaje devastador sobre lo que pasa en este país, pero ¿menciona algo respecto de la responsabilidad de los consumidores británicos convertidos en la actualidad, nada más ni nada menos, en los segundos consumidores de cocaína a nivel mundial?
Nadie en su sano juicio debería dudar de que si el Ecuador no es en estos precisos momentos un narco-Estado, en poco tiempo llegaremos a serlo con toda la tragedia sangrienta y la boyante economía criminal que el narcotráfico implica. Por eso, la próxima vez que The Economist o cualquier otra prestigiosa publicación se anime a contar nuestra descarnada realidad, no dudemos en responder que sí, que mientras el mundo siga hambriento de cocaína y la compre y consuma cada día más, ese es el cruel precio que terminamos pagando. (O)