Con beneplácito ha sido recibida la designación del doctor Hernán Pérez Loose como embajador del Ecuador ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU). La decisión del presidente Lasso es acertada y se felicita por muchos motivos. El principal: el Dr. Pérez tiene credibilidad y reconocimiento social local, nacional e internacional, por su trayectoria como periodista de opinión, prolífico en agudos análisis de todo orden, en los que destacan los políticos y jurídicos. En las redes sociales, la noticia despertó gran optimismo esperanzador. Los comentarios dicen relación con la limpia trayectoria de su accionar ciudadano con vocación cívica y ética. Gran batallador en la defensa de la libertad de expresión y comprometido con el valiente combate a la corrupción en las instituciones del Estado y a las mafias integradas por movimientos y partidos políticos, que han cooptado el sistema judicial para asegurar impunidad a sus aliados.

Los antecedentes del nuevo embajador y el actual interés de fortalecer la autonomía de la Fiscalía General del Estado conducen a especular que el presidente Lasso habría asumido una estrategia trascendente contra el crimen organizado nacional e internacional y los políticos que controlan el sistema judicial.

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Es que Hernán Pérez cree en la necesidad de traer una Comisión Internacional Contra la Impunidad, organizada por la ONU, que ayude a la Fiscalía a investigar delitos de gran complejidad e impacto, con especialistas extranjeros independientes del Estado y recursos económicos entregados por países donantes, como ocurrió con la Cicig en Guatemala. En una columna (sept./2019), Pérez expresó: “Gracias a los recursos técnicos de la Cicig, honestidad y profesionalismo, la Fiscalía de esa nación pudo enfrentar poderosas redes de corrupción; logró enjuiciar y encarcelar a expresidentes, exvicepresidentes, ministros, militares, empresarios, alcaldes, jueces, diputados, funcionarios públicos, políticos y traficantes. Su expulsión de Guatemala tuvo como antecedente la decisión de la Comisión y la Fiscalía de abrir investigaciones contra el hermano del actual presidente. Esa fue la gota que derramó el vaso. Con rarísimas excepciones, a los políticos les gusta que se combata la corrupción de otros –mejor si son sus opositores–, pero no la propia…”.

1945 bajo prueba

Hernán Pérez, ese mismo año, pudo entrevistarse en Guatemala con jueces, empresarios, periodistas, colectivos de la sociedad civil, exministros, gremios profesionales y abogados de estudios jurídicos corporativos. Así se enteró de la lucha exitosa de la Cicig contra la impunidad.

Entonces el nuevo embajador decía que “en nuestro país, durante las últimas elecciones presidenciales, en uno de esos raros momentos de lucidez, los dos candidatos finalistas ofrecieron establecer en el Ecuador una comisión al estilo de la Cicig. Pero a la vuelta de poco tiempo el asunto quedó enterrado, pues lo que se hizo fue crear con mucha pompa una cantinflesca comisión de burócratas… sin ningún poder de investigación y de paso adscrita no a la Fiscalía, sino a la Presidencia de la República”.

Con el embajador Pérez Loose, lo mejor está por venir. Tal vez. (O)