La fugacidad de los días y de los tiempos contemporáneos, así como la percepción de lo vertiginoso del futuro inmediato, son realidades que experimentamos todos, frente a las cuales intentamos posicionarnos ya sea aceptando el truculento escenario social caracterizado por la volatilidad o resistiendo, de alguna manera, a ese torbellino que nos arrastra hacia desconocidos pero sí vislumbrados panoramas, dibujados por una humanidad condicionada de forma irremisible por sus creaciones tecnológicas que asumen cada vez más el control de lo cotidiano y la determinación del porvenir.
El ser humano, tradicionalmente concebido como responsable de sus decisiones, ahora se encuentra a merced de su creación, que es un espacio en el cual se han generado limitaciones definitivas al libre albedrío, que no solamente restringen la voluntad de las personas, sino que trazan e imponen caminos a seguir, que son los que se desprenden de la lógica de la ciencia y de la tecnología, que transitan únicamente procesos matemáticos, sin que la reflexión filosófica o humanista incida en sus ecuaciones, fórmulas o algoritmos.
La sensación de vacío que emerge de esa evidente vulnerabilidad, que puede ser común a algunos o quizá a todos, ha generado un sentimiento de pérdida y de angustia por la desintegración de referentes con los cuales la gente se conectó siempre. El concepto del vientre materno como el paraíso perdido va en la línea de la idea que desarrollo. El nacimiento es el inicio de una realidad nueva, marcada por el dolor, la inseguridad y la muerte, circunstancias contrapuestas a la armonía y protección del ser humano en el útero de su madre. Muchos en la contemporaneidad ven el pasado como un tiempo en el que se estaba mejor.
La añoranza de lo natural se impone como una constante en la cultura actual. Muchos en el mundo, para enfrentar a la tecnología o estar con ella sin sucumbir a su restrictiva unidimensionalidad, han orientado sus vidas a formas de ser y estar tradicionales, relacionadas con la naturaleza y con prácticas culturales que consideran fueron mejores que las de hoy. En la producción mediática contemporánea internacional, sobre todo, se observa un incremento importante de programas con contenidos relacionados con el retorno a lo manual y ancestral.
El esplendor y la practicidad de la naturaleza son apreciados cada vez por más personas. La sencillez de las costumbres tradicionales es emulada por mucha gente que valora la destreza, sabiduría y austeridad en el uso de los recursos, así como la simplicidad de sus formas de vida o los momentos en los que se comparte con otros seres humanos en dimensiones diferentes a las cotidianas y profesionales, muchas veces marcadas por el estrés, la prisa, la competitividad y el afán de ganar a cualquier precio.
Volver, retornar, restaurar, conservar, preservar o cuidar son algunos de los verbos que utilizamos cotidianamente para dialogar sobre la existencia y sus circunstancias. También, para muchos, son formas de vida que se practican, porque se considera que son las más sensatas y prudentes por los beneficios propios y colectivos que de ellas se desprenden. (O)