Este artículo probablemente te llega en un momento de frustración, tal vez mientras enfrentas otro apagón o sufres el calor abrasador. Sin embargo, lo que afrontamos va más allá de cortes de luz o del mal clima. Esta es la crisis climática, un enemigo silencioso que, sin darnos cuenta, afecta a cada aspecto de nuestras vidas.

Emergencia eléctrica y coherencia política

La crisis climática no es un problema que podamos señalar fácilmente con el dedo. No tiene un solo culpable, tampoco se originó en un Gobierno específico o en una mala decisión reciente, es la consecuencia de un modelo de desarrollo que, durante décadas, ignoró los límites del planeta. En su momento tal vez parecieron soluciones suficientes plantar algunos árboles o reducir mínimamente las emisiones, pero hoy los efectos están a la vista. La naturaleza nos está hablando y ya no podemos seguir ignorando su llamado.

A diferencia de otras crisis que nos permiten señalar culpables, la crisis climática ha avanzado lentamente, infiltrándose en nuestras vidas. No es un mal manejo político ni económico, es una realidad que todos hemos ayudado a construir, ya sea por acción o por omisión. Este enemigo no tiene rostro, pero sus efectos son claros; los ríos que alimentan nuestras represas ya no fluyen como antes, las lluvias son más impredecibles y nuestras cosechas —antes seguras— ahora dependen de un clima cada vez más incierto.

Hartos de las peleas

El cambio climático no afecta únicamente nuestra capacidad de generar energía, también impacta la agricultura, el acceso a alimentos y amenaza a nuestras comunidades costeras. Es un enemigo multifacético, invisible pero devastador, que nos afecta a todos.

Es fácil pensar que la crisis climática es un problema distante, algo que sucede en el Ártico o en los polos, pero sus efectos están aquí en nuestro día a día. El calor extremo que sentimos, las lluvias torrenciales que inundan nuestras ciudades y los incendios forestales que arrasan hectáreas están directamente ligados a una realidad global: el planeta se está calentando, y nosotros lo estamos viviendo.

Apagones: verdadera causa

Ecuador, con su extraordinaria biodiversidad y riqueza natural, es especialmente vulnerable. Desde la Amazonía hasta los Andes, pasando por nuestras costas y las islas Galápagos, los ecosistemas que alguna vez creímos intocables están sucumbiendo ante el cambio climático. Si no actuamos, este panorama solo empeorará. El cambio climático ya está afectando nuestras fuentes de agua, la fertilidad de nuestros suelos y la salud de nuestros ecosistemas.

La buena noticia es que aún estamos a tiempo de actuar. El primer paso es reconocer que la crisis climática no es un problema lejano ni del futuro, sino nuestra realidad actual. Cada acción que tomamos —por pequeña que parezca— tiene un impacto: cambiar la forma en que consumimos energía y adoptar fuentes más limpias y sostenibles no solo es necesario, es nuestra única opción para asegurar un futuro habitable.

Compromiso gubernamental

La crisis climática es un reto monumental, pero también representa una oportunidad única. Este es el momento de impulsar una transición hacia un futuro más justo, sostenible y equitativo. Ecuador tiene un potencial extraordinario para liderar este cambio. Podemos aprovechar nuestras fuentes renovables de energía, proteger nuestras selvas y restaurar nuestros ecosistemas.

Imagina un país donde nuestras fuentes de energía alimentan nuestras ciudades y, al mismo tiempo, protegen la vida silvestre. Un país que entiende que su mayor riqueza no está en el subsuelo, sino en los recursos naturales que sustentan la vida. Este futuro es posible, pero está en nuestras manos hacerlo realidad.

Desconexión eléctrica y humana

La crisis climática no distingue entre clases sociales ni orientaciones políticas. Es un desafío que nos afecta a todos y solo lo superaremos si nos unimos. No podemos esperar que otros lo resuelvan por nosotros. La solución comienza con cada una de nuestras decisiones diarias. Implica replantear nuestra relación con el mundo que nos rodea y comprender que estamos conectados con la naturaleza de una forma mucho más profunda de lo que creíamos.

Ecuador ha demostrado ser un país resiliente. Lo hemos logrado antes y podemos hacerlo de nuevo, pero debemos actuar ahora y hacerlo juntos. La crisis climática es un enemigo silencioso, pero no invencible. Si empezamos hoy y cambiamos nuestra forma de vivir, podremos construir un futuro mejor, no solo para nosotros, sino para las generaciones venideras. Un futuro donde la naturaleza deje de ser una víctima y se convierta en nuestra mayor aliada. (O)