Sobra apelar a la defensa de la institucionalidad, el republicanismo o los elementales principios de control democrático al que debe someterse cualquier Gobierno en la era contemporánea. Muchos expertos legales, analistas y politólogos honestos han escrito ya sesudas apelaciones sobre el tema, sin mayor mella en la actitud del Gobierno. Y el consenso es claro: atentar contra la independencia, legitimidad de las cortes –más aún contra la corte más importante de la república como la Corte Constitucional– es un despropósito, si lo que se quiere es pacificar el país. No hay ninguna relación entre aumento de muertes violentas y la Corte Constitucional, por más que trate el Gobierno y sus mensajeros de vender la cuadratura del círculo.

Instantes de una marcha

Lo más sorprendente de toda esta embestida a la justicia y al Estado de derecho en el Ecuador es que Daniel Noboa está yendo incluso contra sus intereses personales y de su conglomerado a futuro. Por ahora, el presidente Daniel Noboa es recibido por Gobiernos y foros internacionales de todo tipo, pero, ¿ha reflexionado Noboa qué pasará el día después de que termine su administración en el Ecuador? El poder político se acaba. La duración promedio de gobiernos autoritarios o protoautoritarios es apenas de 10 años. Cierto es que el subgénero de izquierda la tiene más

fácil, con su propio club y les importa muy poco el Foro de Davos. Pero este no es un lujo que pueda darse un líder presidencial de derecha o centroderecha, peor aún si además es cabeza de un conglomerado económico con aspiraciones globales. Las olas ideológicas siempre cambian, pero hay dos cosas que la comunidad internacional no perdona: autoritarismo notorio y corrupción bien establecida. Cada escalada en prácticas autoritarias representará fondos de inversión o foros internacionales que se cierren al día siguiente de abandonar el poder. La familia Noboa puede ampararse en el fenómeno Trump, creyendo que han establecido algún precedente, pero hay que recordar que durante el interregno que salieron del poder, la familia Trump estuvo a punto de perderlo todo por los abusos cometidos durante la primera administración y nada puede garantizar que una vez que la segunda fase termine pasen algo similar o peor. No hay prestigio en codearse con Nayib Bukele y su familia en los pasillos de Washington; ni siquiera en los de Nueva York. Y consultoras de inversión como BlackRock, JP Morgan y Deloitte son las primeras en recomendar no invertir, una vez pasada la fiebre de popularidad.

Faltan dos preguntas

En conclusión, el presidente Noboa debería pensar en su legado, antes de arrasar con la débil institucionalidad democrática que le queda al Ecuador. Solo un demócrata podrá pasear tranquilo por las calles del Ecuador y de las principales capitales del mundo una vez fuera del poder. Si sigue por su actual trayectoria, hasta Pippa Norris, su profesora en Harvard y líder global de estudios sobre valores democráticos, pensará que tomó su clase no para defender la democracia, sino para aprender cómo desmontarla. Si no lo hace por el país, al menos que lo haga para evitar el terrible legado que eso representará para él, sus hijos y el conglomerado al que representa. (O)