Phillip Zimbardo realizó un experimento social titulado ‘La cárcel de Stanford’, en un escenario ficticio, levantó un reclusorio, e invitó a estudiantes a jugar diversos roles y aunque todos sabían que era una ‘ficción’ el experimento se suspendió, pues la violencia se apoderó de los sujetos participantes. Así, Zimbardo demostró que cualquier persona rodeada de un contexto específico puede actuar de determinada manera.

Al igual que en el experimento de Zimbardo, el tiempo electoral crea un contexto específico, y quienes están de candidatos son inducidos a saludar con todos, incluso con desconocidos, a endulzar su voz, a vestirse con colores específicos para proyectar una imagen de solvencia. Alguien comparó a la época electoral como una fiesta, una fiesta electoral. Si el símil es real, a una fiesta se va con el mejor traje y se muestra los mejores atributos.

Parte de esa puesta en escena se mira en las redes sociales. Así, las pantallas se llenan de caras sonrientes y fotos fabulosas de quienes se postulan a una candidatura. Y algunas emocionan, por un lado, las agrupaciones políticas muestran que sus militantes son personas comprometidas con diversas causas, sociales, ambientales, económicas y otras. Por otro, visitan barrios densamente poblados, donde abordan a grupos vulnerables y parece que por fin los ancianos, niños y pobres encontrarán alguna atención.

Trasfondo electoral

Una Susana González ‘evasiva’ o una Paola Pabón ‘nefasta’, fueron algunas de las críticas a los candidatos en redes sociales durante el debate

Pero, el experimento de Phillip Zimbardo tiene una segunda parte. Cuando el tiempo experimental termina y las personas vuelven a su cotidianidad, pues la fiesta no es para siempre, los trajes se archivan y las personas amables que visitaban los barrios, las guarderías, los ancianatos, desaparecen, al igual que sus compromisos.

... que los empleados de las instancias públicas y privadas colaboren altruistamente con quien sea electo, así ganaremos todos.

Como parece que el ofrecer, emocionar y prometer es parte de la situación de la ‘fiesta electoral’, los sistemas crearon mecanismos para que las promesas electorales se registren en un plan que es firmado junto con la presentación de las candidaturas y adicionalmente se crearon las figuras legales de la revocatoria del mandato, que solo pocas veces han sido empleadas en nuestro país.

Idealmente, terminada la época electoral, las autoridades electas asumen el poder de llevar a cabo cambios importantes en la vida de sus pueblos y la ciudadanía espera con ansias no ser defraudada. No obstante, una vez que la bandeja del poder ha sido servida, nada impide que los poderosos puedan hacer uso de las mismas sin considerar las promesas vertidas y la palabra empeñada.

Pero, el filósofo Matthieu Ricard señala que no siempre las cosas tienen que terminar así, es posible que los nuevos poderosos una vez que asuman el cargo decidan actuar con altruismo y dar más allá de sus fuerzas, dar con generosidad, recursos, tiempo y energía poniendo en consideración el interés mayoritario, por encima del interés personal. Sin embargo, cada autoridad no actúa sola, le rodean sujetos, personajes y entornos burocráticos que pueden facilitar o entorpecer la gestión. Esperemos que los empleados de las instancias públicas y privadas, que también son poseedores de micropoderes, colaboren altruistamente con quien sea electo, así ganaremos todos. (O)