El 17 de junio pasado, un medio informativo cubano concluyó que la industria azucarera de la isla caribeña está sumida en una crisis de la que no ha logrado recuperarse por los mecanismos políticos imperantes, es un doloroso ejemplo de lo que podría acontecer con una actividad otrora boyante que se ubicó en el primer lugar de exportación mundial con más de ocho millones de toneladas métricas producidas, para luego descender sucesivamente hasta tener que importar para su propio consumo, estimando sus necesidades anuales en un millón de toneladas métricas, cuando solo proyecta cosechar 427.000 toneladas.

La situación ecuatoriana es diferente, es autosuficiente y exportadora, era la cadena alimentaria más prometedora, con un escenario de comprensión entre todos sus eslabones, con agricultores satisfechos, tanto que, en unidad de acto, sugerían al Ministerio de Agricultura los precios a regir para cada cosecha, manteniendo una equilibrada relación con el precio de venta de azúcar al consumidor final, con plazos razonables de pago. Ahora, esa saludable armonía se ha roto, a tal punto de que está vigente un litigio judicial por descontento de los compradores, cuyo fin no tiene fecha; hasta tanto, los productores no han recibido el pago por tonelada de caña en pie en el nivel determinado por las autoridades, agravado por el hecho insólito de que uno de los ingenios, la Azucarera Valdez, adeuda una significativa parte de la recolección del año anterior, cuando ya comenzó la siguiente, ocasionando un desfase de la actividad que necesita inversiones en campo después de cada ciclo, para sostener los rendimientos.

En el país operan seis ingenios: Azucarera Valdez, Sociedad Agrícola e Industrial San Carlos (con más de un siglo de existencia cada uno), Agroazúcar Ecuador (Ingenio La Troncal), Monterrey Azucarera Lojana Cía. Ltda. (Malca), Ingenio Azucarero del Norte y San Juan, los tres primeros copan el 80 % de la industria, siendo además elaboradores de etanol como subproducto y muelen lo obtenido en 60.000 hectáreas de su propiedad (60 % del total nacional), observándose que los finqueros independientes, agobiados por los malos tratos, están abandonando o cambiando sus canteros, peligrosa señal que atenta contra la sustentabilidad de la cadena y propende a la concentración de la tierra.

Si es negativo aplicar políticas centralmente planificadas como la cubana, efectos similares alcanza ejecutar conductas empresariales injustas que miran solo los intereses de los accionistas, aunque se incumpla con los agricultores, desconociendo que “el éxito de una cadena productiva depende del eslabón más débil”, que son los cañicultores, que deben recibir el pago total e inmediato por las entregas.

El estado de la industria azucarera nacional dista mucho de calificarse como crítico, tiene buena liquidez, porque siempre venden al contado luego de cinco días de recibir la caña, es la mala gestión, el trato irreverente que dan sus gerentes a los proveedores independientes lo que origina conflictos que podrían desestabilizar y poner en riesgo una trascendental cadena productiva, en clara inobservancia de la Ley Orgánica de Soberanía Alimentaria. (O)