Hace dos semanas advertí en esta columna que el absurdo recuento “a la carta” que pretende Pachakutik, además de ilegal, sería un gravísimo precedente para nuestra alicaída democracia.
Esto lo escribí sin siquiera sospechar la trama conspirativa que luego circularía con fuerza en el ambiente político, al más puro estilo de la laureada serie The House of Cards.
Me refiero a ese excandidato presidencial que para estas elecciones declinó dos veces su candidatura y que pareciere estar dispuesto a llevarse por delante al país con tal de imponerla, con la anuencia de ciertos títeres pseudojudiciales.
Me refiero también a inaceptables intentos de interferir en el proceso electoral de otras autoridades, que por más justificación que argumenten, resultan inoportunos e impertinentes, por decir lo menos.
Siguiendo la línea de “... piensa mal y acertarás...”, no resultaría descabellado pensar que el excandidato, los protestantes y algunas autoridades pudieren ser parte de una trama en la que confluyen, por diferentes motivaciones, y que tuvieren como objetivo anular el actual proceso electoral. Al fin y al cabo, en nuestra querida patria han ocurrido situaciones iguales y hasta peores, de modo que nada puede sorprendernos ya.
Sin embargo, por ahora, todo queda en el campo de las suposiciones.
La tardía reacción del CNE, principal responsable de esta crisis electoral (primero, por su pésimo manejo al momento de comunicar el conteo rápido y, luego, por caer en el juego político de intentar viabilizar un recuento al margen de la Ley), y la oportuna intervención de la Misión de la OEA, de actores políticos, prensa y comunidad en general, al final parecen haber frustrado (si en realidad existió) tan peregrino intento.
Lo cierto es que mientras la segunda vuelta electoral avanza, las voces de los marchantes inconformes (ahora divididas por coyunturas internas del movimiento indígena) se aferran a la última esperanza: que el “Resucitador” Contencioso Electoral les haga el “milagrito” al igual que al excandidato (quien dicen las malas lenguas, tendría mucho poder en esos dominios).
Ello evidentemente significaría alterar el calendario electoral y, con ello, pisotear una vez más la Constitución de Montecristi. Veremos si pueden.
Por lo pronto, el CNE aplicó la Ley, se rechazaron los reclamos al margen de esta, se viabilizaron los escasos que cumplían con la Ley y la proclamación oficial de los resultados pone otra vez, frente a frente, al correísmo (con nuevo rostro) y a Guillermo Lasso; al pasado frente al futuro esperanzador.
Sí, al pasado; léalo bien, amigo lector. Porque le recuerdo que ya llevamos quince años de lo mismo. Porque todas las quejas que usted tiene del actual Gobierno (que pasará a la historia por haber liderado el retorno a la democracia) son por cuenta del correísmo, que puso a Lenín Moreno en el poder. Porque la gran mayoría de carencias que han deteriorado al actual Gobierno, y con este a la gran mayoría de ecuatorianos, fueron heredadas del predecesor. Estoy seguro de que los ecuatorianos estamos listos para dar ese paso hacia adelante; para volver a soñar con mejores días de progreso en libertad. (O)