El mundo observa con indignación uno de los fraudes electorales más descarados y desvergonzados de la historia. La dictadura chavista, no contenta con haber destruido a Venezuela y causado uno de los éxodos más graves de este siglo, se aferra con uñas y dientes al poder. Durante años fue un secreto a voces que las elecciones en Venezuela eran un teatro mal montado con el único propósito de darle un ligero aroma democrático a una de las dictaduras más salvajes del siglo XXI. Ahora, sin embargo, gracias a la inteligencia y esfuerzos de la oposición, nadie honesto puede negar la pestilente realidad de lo que está pasando en nuestro país hermano.

Algo personal

La respuesta de la comunidad internacional ha sido rápida y contundente. Incluso mandatarios como Gustavo Petro, técnicamente un aliado ideológico del chavismo, no han tenido más remedio que admitir lo que es obvio para cualquiera que tenga dos ojos y dos neuronas en la cabeza. Pocas han sido las voces lo bastante cínicas como para negar el fraude electoral. Entre ellas, como era de esperarse, se encuentran las del prófugo y su séquito, quienes pase lo que pase no despegarán sus lenguas de las botas a la dictadura venezolana, soñando con algún día poder hacerle lo mismo a nuestro querido Ecuador.

La eternidad de los dictadores

Sin embargo, pese a que la condena internacional ha sido generalizada, es poco probable que consiga que Maduro deje el poder. Las protestas populares en Venezuela también difícilmente conseguirán ese propósito. Maduro ya ha demostrado que no tiene reparos en masacrar a su propio pueblo, y cuenta con el apoyo de grandes actores geopolíticos, como China y Rusia. Las calles de Caracas se teñirán de rojo antes de que el chavismo deje el poder. ¿Cuál puede ser entonces la salvación de Venezuela? Aquí es necesario estudiar la historia. Lo cierto es que la mejor forma de librarse de dictaduras que están tan enquistadas en el poder, como la de Venezuela, es creando condiciones para que sean los propios miembros de la dictadura quienes busquen cambiar el statu quo. Eso fue lo que pasó, por ejemplo, en la Unión Soviética, donde fueron los propios miembros del partido comunista quienes impulsaron las reformas una vez que se dieron cuenta de que el sistema soviético era contrario a sus propios intereses.

Para que haya un cambio en Venezuela, entonces, es necesario crear las condiciones para que la propia cúpula militar traicione a Maduro y se ponga del lado del pueblo venezolano. Una de las formas más evidentes de hacer esto es mediante una amenaza creíble de invasión militar. Una gran coalición de naciones latinoamericanas que estén dispuestas a ir hasta Caracas para extirpar el tumor cancerígeno que habita en el Palacio de Miraflores. ¿Serán el ejército y los generales chavistas lo bastante leales a su amo para defenderlo en un escenario así? Difícilmente. Una cosa es matar civiles en las calles, otra muy distinta enfrentarse a soldados profesionales. Mucho más probable es que busquen salvar sus propios pellejos y se unan a los esfuerzos por liberar a Venezuela. ¿Tendrá Latinoamérica la valentía para rescatar a su pueblo hermano? (O)