Después de 35 años estamos enfrentados otra vez en bloques irreconciliables. El mundo en grave peligro, vivimos al borde del Armagedón bíblico, cualquier pequeño error puede desencadenar la III Guerra Mundial y el uso de armas nucleares, lo que equivaldría al final para buena parte de la humanidad. Todas las duras experiencias de las dos guerras anteriores no han servido mucho. La ONU creada para evitarlas ha probado servir de muy poco para preservar la paz.

Rusia, Ucrania, Crimea, todos son pueblos de origen eslavo, igual que Polonia, Bielorrusia y Lituania, que han estado desde hace siglos bajo el área de dominación de los zares hasta 1918 y luego de la Unión Soviética hasta 1991. Ucrania y Crimea fueron conquistados por los ejércitos rusos de la Zarina Catalina II, a quien Rusia debió su grandeza en los años finales del siglo XVIII.

El tema de fondo es la pretensión de Rusia de recuperar su influencia en sus antiguas fronteras, las que tuvo dos siglos atrás, pero más importante asegurar su libre acceso al mar Negro y salida al mar Mediterráneo. A su vez, pretende alejar la amenaza que le representan las fuerzas de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, OTAN. Por ello viene reiteradamente exigiendo que Ucrania no ingrese a la Unión Europea y tampoco a esa alianza militar.

En un extremo del conflicto tenemos a un nuevo zar ruso, obsesionado con recuperar sus anteriores fronteras y su influencia en la mitad de Europa, probablemente si nadie se lo impide querrá aproximarse a las costas atlánticas y mediterráneas, lo que la URSS logró durante décadas. Putin, un exagente de la KGB desde muy joven, abogado y comunista convencido, nunca convino con los esfuerzos de Gorbachov por democratizar su país y liberarlo de siete décadas fallidas de un socialismo que nunca funcionó. Gobierna ya un cuarto de siglo e intentará permanecer mucho tiempo más.

En el lado opuesto, Xi Jinping dirige desde 2012 la República Popular China, otro que comparte con su colega ruso la ambición de dominar el mundo, de extender sus fronteras y lograr completo control de Taiwán y doblegar a Hong Kong, que ofreció vanamente respetar su libertad y democracia. Ambos líderes pretenden a Estados Unidos y los países de Occidente obligarlos a depender económicamente y que no sean un obstáculo ni una amenaza para sus planes.

Para Putin la invasión de Ucrania fue solo una prueba de que Occidente finalmente se allanaría; no le interesa transar, para él su pretensión es todo o nada. Mientras su aliado militar chino somete gradualmente a Estados Unidos. Ya domina su economía con sus exportaciones y su marcada influencia en Wall Street. Muy pronto, la mayoría de los vehículos que se vendan mundialmente serán de origen chino. Ahora intentan construir su propia vía interoceánica y dominar el transporte mundial.

Gran Bretaña se divide y distancia de Europa, mientras Estados Unidos se aproxima a una transición de poder. Biden debe abstenerse de actuar y dejar que Trump sea capaz de reversar la grave situación actual. Urge negociar con Rusia y China; asegurar la paz,como un bien universal. (O)