Su nombre era Teresa y asistía a mis clases de Administración. Un día, mientras revisábamos escalas de factores de estrés en la vida familiar y laboral (fallecimiento de esposo/a, quiebra económica, divorcio, enfermedad grave, desempleo), salió abruptamente del aula. Más tarde me reveló, con el corazón abatido, que la ‘muerte de cuna’ se había llevado a su hijito. Y ese dolor no constaba en las escalas.

Fue allí cuando los versos de Vallejo se entreveraron en la tristeza de Teresa y sentí su sufrimiento como mío. Con la razón en pedazos, atiné a murmurar despacito: “Hay golpes en la vida, tan fuertes... Yo no sé! Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos, la resaca de todo lo sufrido se empozara en el alma… Yo no sé! / Son pocos; pero son… Abren zanjas oscuras en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte. Serán tal vez los potros de bárbaros atilas; o los heraldos negros que nos manda la Muerte / (…) Y el hombre… Pobre… pobre! Vuelve los ojos, como cuando por encima del hombro nos llama una palmada; vuelve los ojos locos, y todo lo vivido se empoza, como charco de culpa, en la mirada. / Hay golpes en la vida, tan fuertes… Yo no sé!”.

Hace poco, la querida Audelia me recordaba un diálogo entre Gandalf y Frodo, personajes de El señor de los anillos, obra del inglés J. R. R. Tolkien:

– Gandalf: Ayer te hablé de Sauron el Grande, el Señor Oscuro (…). Siempre después de una derrota y una tregua, la Sombra toma una nueva forma y crece otra vez.

– Frodo: Espero que no suceda en mi época.

– Gandalf: También yo lo espero, lo mismo que todos los que viven en este tiempo. Pero no depende de nosotros. Todo lo que podemos decidir es qué haremos con el tiempo que nos dieron. Y ya, Frodo, nuestro tiempo ha comenzado a oscurecerse. El enemigo se fortalece rápidamente y hace planes todavía no maduros, pero que están madurando. Tenemos mucho que hacer.

Y sí. El tiempo en que vivimos es oscuro y sombrío, pero podemos decidir lo mucho por hacer con el tiempo que nos queda. En el prefacio de Los condenados de la tierra (F. Fanon, 1961), el polémico filósofo francés, J. P. Sartre escribe esta sentencia inmemorial: “No nos convertimos en lo que somos sino mediante la negación íntima y radical de lo que han hecho de nosotros”. Ciertamente, hay golpes tan fuertes en la vida que solo haciendo un corte íntimo y radical con lo que han hecho de nosotros podemos existir. O como también observa Sartre en El ser y la nada: “El futuro no es: se posibiliza”.

Ser niña o ser mujer, ser violada y embarazada, ser estigmatizada y penalizada. ¿Y con el alma y la piel hechos jirones, no poder decidir qué hacer con lo que el pasado hizo de nosotras? Celebro entonces la decisión de la Corte Constitucional, de despenalizar el aborto por violación, ampliando a todas las mujeres un derecho antes reservado para aquellas con discapacidad mental. Aplaudo también a Guillermo Lasso, quien ha manifestado su total respeto a lo resuelto por la Corte como presidente electo de un país laico y a favor de la construcción de una democracia plenamente republicana.

El país empieza a dolernos. Golpe a golpe, verso a verso. (O)