A pesar de tantas herramientas que nos han traído las tecnologías de la información –o precisamente por eso–, cada día estamos abocados a discernir la verdad en medio de un mar de ideas falsas, tergiversadas o puestas fuera de contexto. Incluso en las universidades, donde se cree que el pensamiento crítico tamiza el conocimiento que circula socialmente, los prejuicios ideológicos impiden muchas veces razonar debidamente. Por eso, la lectura de libros es decisiva para juzgar algo de manera certera, con bases y con hechos, pues los libros, en principio, pasan por un proceso editorial que garantiza seriedad y provecho.
En el afán de completar nuestro conocimiento del mundo, la investigación histórica sobre la Edad Media nos permite comprender la necesidad de promover nuevos puntos de vista para examinar hechos ya establecidos, pero que merecen revisión. Es común y corriente considerar la Edad Media como una época atrasada, un lastre ineludible por el que debió caminar la humanidad. Pero recientes libros nos hablan precisamente de lo contrario: de la Edad Media como un tiempo, en ocasiones, incluso más moderno que el siglo XXI. Esto es lo que propone el historiador Martin Aurell en su libro Diez ideas falsas sobre la Edad Media (Bogotá, Taurus, 2024).
Este libro nos va revelando prejuicios que debemos superar: la esfericidad del planeta ya era bien sabida en la Antigüedad. Se ha señalado también una misoginia medieval, pero para los medievales, según Aurell, las mujeres gozaban de inteligencia y voluntad y tomaban decisiones y obraban libremente, como lo muestra la existencia de tantas santas en la época. El mundo de la mujer medieval fue mucho más allá de las tareas estrictamente domésticas. La existencia de juguetes variados comprueba también que las familias medievales no eran desalmadas y que se preocupaban por el cuidado y bienestar de los niños y los débiles.
La literatura de la Edad Media contiene un riquísimo fondo de leyendas, historias y personajes que sigue alimentando nuestros productos artísticos de hoy (en el cine, en la literatura). Las guerras, que siempre las hubo, con la caballería se impregnaron de una ética con valores cristianos que fue, poco a poco, frenando el horror de la tortura y los castigos extremos en esas sociedades. Todo el saber de las ciencias modernas procede de los progresos técnicos medievales y sus métodos experimentales. Los cultivos se expandieron; la vestimenta mejoró: de invención medieval son los botones, la carretilla, el ajedrez y los naipes.
No en balde Jaume Aurell, otro historiador, realiza un Elogio de la Edad Media: de Constantino a Leonardo (Madrid, Rialp, 2022), basado en la ponderación de los datos históricos de aquel mundo complejo que fue desprestigiado como oscuro y estancado por los modernos. Con el fin de “paliar en parte la injusta mala fama de la Edad Media”, Aurell recorre ideas, personajes y escenarios para revivir una época que consiguió mucho progreso para la humanidad. Aquel fue un mundo que vio cosas ruines y también asuntos de avanzada. Para vivir plenamente nuestro presente requerimos también despojarnos de las falsas ideas de hoy. (O)