Los agricultores europeos perdieron la paciencia frente a las insatisfacciones que los agobian, poniendo en aprietos a las autoridades de los países de la Unión Europea (UE) y a los líderes que la gobiernan; reclaman virilmente por las reducidas cotizaciones por los bienes agropecuarios que producen recargados por altos costos y extremas medidas conservacionistas impuestas sin la debida compensación, reacciones iniciadas en Alemania y diseminadas entre los 27 miembros de la comunidad, con solidaridad en todas las naciones agroexportadoras del mundo. La beligerante posición es una reiteración de lo ocurrido hace algunos años por los campesinos de la India cuando al unísono proclamaron reivindicaciones con tanta fortaleza y decisión que lograron paralizar a esa inmensa nación.

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Las protestas han recibido amplio apoyo popular en Francia, inclusive de camioneros que vieron amenazada su subsistencia por los bloqueos de carreteras, inmovilizando ciudades importantes como París, con tal eficacia que han logrado respuestas inmediatas generadas en la paralizada Bruselas, capital de la burocracia dorada internacional, obligando a la UE a dar marcha atrás en normas estrictas sobre uso de pesticidas, que serán revisadas con directa participación de representantes campesinos no gubernamentales, ausentes de las deliberaciones importantes que les afectan.

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Los gobiernos de Francia, España y Grecia acordaron en los últimos días inyectar cientos de millones de euros en el sector agrario para calmar los reclamos. La UE también ha realizado concesiones, sensible a las preocupaciones de los votantes agrarios antes de las elecciones al Parlamento Europeo previstas para junio, llevando a la presidenta de la Comisión Europea a retirar el proyecto de resolución sobre uso sostenible de pesticidas y fertilizantes, redactado con tanta estrictez que de llegar a su ejecución conllevaría una seria reducción de productividad agrícola, prometiendo que incluirá a los protagonistas del campo en la elaboración de un próximo proyecto, declarando frontalmente: “nuestros agricultores solo invertirán en el futuro si pueden vivir del fruto de sus tierras”.

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La radical actitud de los agricultores ha alcanzado solidaridad global, que de llevarse por canales de alta beligerancia pondría al mundo en interminable conflictividad, como lo prueba la constante lucha de las mujeres del agro en la India que vienen bregando por conquistas ya alcanzadas en algunas regiones como América Latina, pero que tienen un denominador único y común que son los bajos precios de las cosechas que caracteriza en Ecuador a sus productos como banano, café o cacao, proveedores de materia prima para las grandes cadenas de supermercados, industrias y comerciantes en los países consumidores, que facturan enormes cifras, mientras que a los latinoamericanos no les llega ni el 10 % de esos ingresos.

El desequilibrio es tan grande que los agricultores europeos justifican su protesta, a pesar de que son beneficiados de ingentes ayudas directas no existentes en nuestro medio; aun así el espíritu de apoyo y fraternidad ha calado hondamente en nuestro continente agrario. (O)