A lo largo de mi experiencia conduciendo diversos directorios, comités y grupos de trabajo he visto el poder de la “intersección estratégica.” Esta intersección es el sitio donde diferentes puntos de vista, opiniones e incluso intereses convergen para crear algo más fuerte: un terreno común en el que todos trabajan juntos por un mismo objetivo.
A menudo pensamos que lo “estratégico” está reservado para ciertos sectores, factores o temas específicos. Sin embargo, lo verdaderamente estratégico es lograr acuerdos y acciones en lo que realmente importa para progresar. Las cosas ocurren cuando todos estamos de acuerdo en lo que es valioso para prosperar y en cómo podemos alcanzarlo juntos.
Cuando los líderes se reúnen, conversan y logran alinearse, nace una base de confianza y colaboración sobre la cual construir, generándose una fuerza imparable. Al contrario, sin esta intersección en torno al valor común, avanzar con coherencia se vuelve casi imposible; el riesgo de colisión y de dispersión se multiplica.
La intersección estratégica ocurre en tres niveles esenciales. El primero es la misión y visión, que definen la razón de ser y dirección de la organización. Los líderes deben estar unidos en estos puntos para definir un “norte” común que todos sigan.
El segundo nivel es convertir esa misión y visión en metas concretas, en logros específicos que todos puedan entender y seguir. Cuando las metas están claras, el camino se vuelve más sencillo y las dudas disminuyen. Cada meta se convierte en un paso firme hacia la visión.
Finalmente, el tercer nivel es la ejecución, donde las acciones específicas llevan a esos logros. La intersección estratégica asegura que cada acción esté alineada con el propósito general, evitando esfuerzos inútiles y el malgaste de recursos.
Es en este nivel donde la estrategia se convierte en realidad, y cada acción cuenta para avanzar hacia el objetivo mayor.
Además, hay un efecto casi mágico y exponencial: al combinar perspectivas diversas es posible generar ideas novedosas y soluciones innovadoras que antes parecían imposibles.
Estos tres niveles de intersección estratégica son fundamentales para que un país, una empresa o cualquier colectivo humano pueda avanzar de forma cohesionada y efectiva.
Lamentablemente vemos cómo esta intersección estratégica no se ha logrado en torno a muchos de nuestros desafíos. La falta de voluntad para unirnos y reconocer el valor de distintas opiniones nos ha impedido lograrla. La consecuencia está a la vista: se han perdido muchas oportunidades de progreso y hemos quedado atrapados en un ciclo de estancamiento.
Sigo creyendo que es posible lograr la intersección estratégica; la voluntad del ser humano es imparable cuando se lo propone. Creamos espacios para la conversación auténtica, facilitados profesionalmente, tomando en cuenta la reflexión de Napoleón Hill: “La fortaleza del ser humano reside en la unión; su debilidad, en la desunión”. (O)