Más allá del simple análisis legal, hay una serie de factores relevantes al momento de discutir la posibilidad de la extradición de ecuatorianos, prohibida constitucionalmente desde 1945 y que se pretende reformar con la iniciativa en la consulta popular. En ese sentido, es oportuno analizar la posibilidad de la extradición como efectiva arma de disuasión en la lucha contra el narcotráfico, no solo por el temor que genera entre los líderes principales del narcotráfico, sino también como medio efectivo en la lucha integral contra dicho delito. Respecto del primer punto, no hay duda de que la eventual extradición a los Estados Unidos fue históricamente interpretada por los narcos como una amenaza absoluta en contra de su seguridad, siendo muy claro el ejemplo de lo que ocurrió en Colombia a fines de la década de los ochenta.

Efectivamente y bajo el lema de “preferimos una tumba en Colombia que una cárcel en Estados Unidos”, el cartel de Medellín liderado por Pablo Escobar inició una verdadera guerra contra el Estado colombiano con un derramamiento de sangre sin precedentes, llegando incluso al extremo de formar la agrupación denominada ‘Los extraditables’; la guerra contra el Estado llevó a los narcotraficantes a ejecutar acciones extremas que tenían como finalidad presionar a la población, a tal punto que inclusive llegaron a asesinar al más opcionado candidato presidencial y a poner una bomba en un avión comercial. Esa arremetida criminal ponía en evidencia el temor real que tenían los dirigentes del cartel colombiano de terminar encerrados en una cárcel de máxima seguridad en los Estados Unidos.

Ahora bien, otra historia es la certeza de que la extradición de los líderes narcos impida o no que el negocio de las drogas siga intacto y floreciente, manteniéndose como la actividad ilícita más lucrativa a nivel global. Se ha comprobado que la extradición de un líder narco (o su muerte) trae consigo un reordenamiento o fragmentación de la estructura criminal, lo que en determinados casos puede producir un debilitamiento temporal pero no el fin de la actividad criminal. Hace pocos meses fue extraditado desde Colombia a Estados Unidos el líder del violento Clan del Golfo, una de las organizaciones delictivas más poderosas de Colombia, así como uno de los mayores distribuidores de cocaína en el mundo; a pocas semanas de la extradición, ya surgieron tres nuevos líderes de la misma organización, lo que ratifica la capacidad de reorganización y relevo de las estructuras y bandas que operan en el mercado del narcotráfico.

El análisis de los factores antes mencionados no deslegitima, de ninguna manera, la iniciativa del gobierno actual en su intento de preguntar a los ecuatorianos si están o no de acuerdo con la extradición de quienes hayan cometido delitos relacionados con el crimen organizado transnacional; es posible que de alguna manera resulte ser un paliativo en estos tiempos de absoluta zozobra y desasosiego, pero sería absolutamente ingenuo pensar que con la extradición, el problema del narcotráfico en el Ecuador está solucionado.

Como siempre se señala, la calentura no está en las sábanas. (O)