La disponibilidad de dinero y de facilidades son los elementos determinantes que marcan la diferencia entre pobres y ricos.

El pobre padece para satisfacer sus necesidades y las de los suyos. El rico no tiene ese sufrimiento. Es papel del Estado procurar aliviar esas diferencias, de tal manera que la brecha que distancia a ricos y a pobres se relativice lo más posible. El rico y el que tiene ingresos medios y altos puede pagar por un cilindro de gas el valor verdadero. Pero el necesitado no puede hacerlo. Ahí es donde debe entrar el Estado aliviando el problema del necesitado subsidiándolo para que pueda pagar por el cilindro de gas un valor menor al verdadero.

¿Cómo juzgar las finanzas públicas?

Esa misma lógica debe operar para los combustibles. Cae por su propio peso que es enteramente absurdo que el rico y el que tiene ingresos medios y altos pague por dichos bienes el mismo precio subsidiado que paga quien no puede solventar el verdadero precio.

He escuchado muchas veces a autoridades y en varias ocasiones a ministros de Finanzas de diversos gobiernos que se procederá a focalizar los subsidios del gas y de los combustibles. Han pasado los años y los gobiernos y nada ha cambiado: seguimos viviendo el absurdo relatado. Que una barbaridad de estas proporciones sobreviva durante tanto tiempo y durante tantos gobiernos llama la atención: ¿por qué no se toma una decisión determinante para erradicar el absurdo, y se la instrumenta efectivamente? Creo que el nuevo Gobierno tiene el desafío de focalizar efectivamente los subsidios pertinentes (no eliminarlos) para que sean verdaderamente las personas pobres quienes se beneficien de los precios subsidiados.

Reforma tributaria: zona franca

Si el problema es técnicamente muy complejo de superar, entonces las soluciones deben ser progresivas, pero lo que no debe ocurrir es la conservación de tan grande aberración, más aún si el Ecuador se debate en una grave crisis fiscal y vive con el peso de ser uno de los países más violentos de América; violencia que, en parte, es posible superar si se cuenta con los recursos suficientes. Claro está, los recursos no son todo, hace falta estrategia, generar conciencia en la ciudadanía sobre la importancia de organizarse para luchar lícitamente a favor de la seguridad, alimentar el civismo y el desprendimiento a favor de las grandes causas. No veo ninguna convocatoria de las instituciones llamadas moralmente a hacerlo, no veo a la Junta Cívica de Guayaquil convocando a nada, no veo a ninguna institución representativa, al menos de la Costa, haciendo una campaña de civismo y unión. Es hora de dar un giro, es el momento de los colegios profesionales, de las iniciativas ciudadanas, de la unión de los barrios a favor de la seguridad. La indefensión nos está arrinconando y vamos perdiendo la batalla. Dios no puede suplir las omisiones humanas e institucionales. La invocación a él siempre es importante, pero no puede compensar nuestra pasividad.

El cambio para bien y el progreso siempre son posibles. Hace falta determinación, fe, enfoque y pasión. Hay que intentarlo. El éxito está en emprender la lucha. ¿No lo cree usted? (O)