En Ecuador la política genera más problemas de los que puede resolver. Dos Gobiernos de transición sumarán en cuatro años menos de uno debido a la falta de continuidad de gestión. El periodo del presidente Guillermo Lasso, que tuvo graves inconvenientes de operación política y ejecución de tiempos, queda trunco y con un legado modesto ante tantas expectativas. La puja del correísmo de volver al poder a troche y moche es otra vez el hilo conductor que jalona la agenda país.

Las sonrisas que reparten los candidatos en campaña apenas logran infundir una renovada esperanza en la población descreída. El baratillo de ofertas tiene un rostro de engaño ante la realidad de un Estado quebrado y a la vez manejado por una burocracia inoperante; por no hablar de instituciones desechables, como el Consejo de Participación Ciudadana y Control Social (CPCCS) o de los jueces de bolsillo que liberan a discreción a narcotraficantes y corruptos a cuenta de haber vulnerado presuntamente sus derechos constitucionales.

La muerte cruzada ha dejado postrada a la economía ecuatoriana. Creció apenas 0,7 % en el interanual durante el primer trimestre y la recaudación fiscal cayó más de 1.000 millones de dólares en el primer semestre, proyectando un déficit de $ 5.000 millones en el presupuesto de 2023.

La papeleta electoral no está para despertar renovadas ilusiones. Ocho postulantes que en promedio están por debajo de lo que podría esperarse del ideal socrático de la virtud, mucho más importante en el hombre público que en el ciudadano común. Respecto a experiencia y capacidad probadas, la calificación es discreta.

Luisa González, que aparece de favorita en las encuestas, es el estereotipo de la joven profesional y atractiva que es tan del gusto del hábil mercadeo de los hermanos Alvarado. Su discurso bien estudiado se apega a la arcadia o paraíso terrenal perdido luego de la década de correísmo. “Antes estábamos mejor” es su muletilla.

(...) ojalá aprendamos de los errores cometidos para que no sobrevengan otros mayores.

Yaku Pérez, que se supone va segundo –seguido del pelotón de Otto, don Villa y Topic–, ha tenido que salir a aclarar con su sonrisa inmarcesible (que no se marchita) que no es gay y que es falso que haya tenido concesiones mineras, como se asegura profusamente en medios del sector. En un arrebato demagógico, salió a decir que prohibiría toda forma de extractivismo, petrolero o minero, cuya pérdida de ingresos tendría una compensación solidaria de tres puntos del IVA, que se incrementaría de 12 a 15 %. La versión indígena de “el Estado soy yo”.

Otto es joven y estructurado; el desempeño de la vicepresidencia le brindó tanto o más que su reciente título académico en Harvard. Don Villa, con el mérito de su valiente lucha contra la corrupción y de ser el candidato anticorreísta por excelencia, aunque lo apuntan con el dedo como el “tapado” del Gobierno saliente. Topic, también joven y con buena formación académica, apuesta a ser el Bukele ecuatoriano, en momentos en que la violencia narcocriminal ha llegado a niveles inauditos.

En este caminar a tropezones hacia la siguiente transición, la moraleja se reduce a que ojalá aprendamos de los errores cometidos para que no sobrevengan otros mayores. Aunque mal, siempre se puede estar peor. (O)