Es increíble que teniendo tanto a nivel natural y cultural los resultados de nuestra convivencia a lo largo de la historia sea magro en tantos aspectos.

La biodiversidad que define a las regiones del territorio nacional es una de las mayores del planeta, superada solamente por la que se encuentra en México y Australia, según la Unesco. Somos el tercer país más megadiverso del mundo, superando al gigante Brasil, que está en cuarto lugar.

Nuestros volcanes, lagos, mares, zonas desérticas, islas, son una maravilla que debe ser preservada a cualquier precio porque constituye la mayor riqueza nacional. Las tortugas de Galápagos, los lagartos de la costa, el cóndor de los Andes, los tapires de la Amazonía son solamente algunos representantes de una fauna extraordinaria que deslumbra al mundo y a algunos ciudadanos nacionales, porque si fuera mayor el número de ecuatorianos que aprecien la riqueza invaluable que esto representa, la cuidaríamos más. Y, en la ponderación de lo que es más importante, la protección de la vida tendría el mayor peso, porque esas criaturas son producto de los millones de años de evolución y con su extinción todos morimos un poco.

Lo mismo podemos decir de nuestras plantas. De la vegetación extraordinaria de todo el territorio nacional. Y, en general del universo de criaturas vivas con las que convivimos, por las cuales somos y a las cuales nos debemos.

Somos el tercer país más megadiverso del mundo, superando al gigante Brasil, que está en cuarto lugar.

Sucede lo mismo con las manifestaciones culturales locales. La afro, montuvia, indígena, mestiza o citadina de las cuatro regiones del territorio nacional. Las ciudades o pueblos en donde vivimos tienen tanto culturalmente que el turista nacional y extranjero las visita, deslumbrado, pese a la muchas veces precariedad de los servicios. Cuando salimos de nuestros domicilios, en las rutas que transitamos, nos asombran las manifestaciones de las diversas formas culturales de nuestros coterráneos.

La naturaleza y la cultura locales son notables. Imaginémonos que vamos más allá del individualismo que impide reconocernos y respetarnos, no solamente folclóricamente pues todos reconocemos el valor de la diversidad ambiental y cultural, sino socialmente. Imaginémonos que cuidamos más el medioambiente teniendo comportamientos de respeto por la vida en todas sus expresiones. Imaginémonos que la convivencia adecuada y respetuosa sea parte del espíritu nacional.

Algunos individuos representan ya ese ideal de ciudadanía consciente y responsable, porque respetan las normas sociales y jurídicas, son solidarios con los otros y cuidan la naturaleza y la vida en general. Ellos son los mejores ejemplos para la sociedad. No lo son los políticos, empresarios, profesores u otros de cualquier categoría profesional, que solamente ven por sí mismos y utilizan el discurso de una elevada moralidad ciudadana para parapetarse detrás de él y beneficiarse.

Como sociedad no estamos a la altura de lo que somos natural y culturalmente. La riqueza en esos dos ámbitos supera inmensamente la mezquindad que se impone, especialmente en la política y también en otros espacios de la convivencia ciudadana. (O)