Como en nuestro tiempo los premios literarios se han ido devaluando, no impresiona mucho mencionar que un autor es premio alfaguara o cualquier otro. Prefiero afirmar con rotundidad que Los alemanes, de Sergio del Molino, escritor español, es una gran novela con buena cantidad de cualidades. No es que sea ciega a que un jurado valioso le haya otorgado el reconocimiento a esta pieza, en marzo del presente año, al elegirla entre cientos de participantes: prefiero leerla y caer rendida ante sus méritos.

Un poco conocido capítulo de la historia española le entrega la materia al autor, según confiesa, cuando encontró unos documentos viejos que contenían discursos de Goebbels, pero editados en Zaragoza. Años de ampliar, conversar e investigar producen esta historia que parte del grupo de alemanes, radicados en Camerún, que se vieron forzados a abandonar ese sector africano y recalaron en España, luego de la Gran Guerra.

Del Molino toma varias decisiones acertadas: les da voz a cuatro personajes –tres descendientes de esos migrantes y un judío que llega a la ciudad– para armar entre ellos una trama perfectamente imbricada que cubre varias décadas. Los descendientes de la familia Schuster se verán abocados a un pasado del que emergían pocos signos, pero que no habían tomado en cuenta, y se preguntarán por su identidad, cuando “el pasado que se toca se vuelve presente”. Hablan el idioma de sus mayores, se han educado en el colegio alemán, arropados por música y literatura que los tironeaba a esas raíces, pero son españoles.

Los personajes que hablando de los demás se revelan a sí mismos son cuota frecuente de la novela contemporánea. Por eso, hay que leerlas con ojo atento a sus contradicciones, agudezas y mentiras. En esta novela que comienza y termina con funerales, en un cementerio de la colonia –el afán de ser enterrados en “tierra germana”–, todos los relatos convergen en dos hombres: un padre, ya huido en la senilidad, y un hijo que fue una estrella de rock e incomprendido por su familia. ¿Sabía demasiado ese hijo? ¿Supo pronto cómo manejó el padre los negocios de floreciente charcutería?

Otra preferencia de la novela actual es auscultar las relaciones íntimas de la familia; cómo, en tantas ocasiones, la imagen de formalidad y armonía no calza con las verdades que sus miembros se afanan por ocultar. Los repetidos viajes de un Schuster hacia Hamburgo tienen una razón de ser; la madre silenciosa que se refugia en tocar el piano esconde un drama; el hijo mayor es castigado; el menor escapa a Ratisbona muy pronto. ¿Qué trae consigo el israelí que quiere negociar con el Ayuntamiento, a base de chantajear a Eva, la tercera hermana?

El lector queda pronto agarrado al hilo de los descubrimientos. Thriller en esplendor, dirían los críticos. Poderosa línea de ficción que se abre camino entre los datos históricos que se pueden comprobar a cada paso, digo yo, tocada por esa verdad de ser perseguidos por los errores de nuestros antepasados. Porque hay equivocaciones de circuito íntimo, de escasas consecuencias Y delitos escandalosos que contaminan en ondas concéntricas, como son los crímenes políticos.

El complemento que la tecnología permite: un código QR en la primera página para escuchar toda la música que la novela menciona. Maravilla. (O)