Hace 2.500 años Sun Tzu escribió El arte de la guerra, un texto que merece releerse en cualquier época, pero sobre todo en tiempos de conflicto social.

Una primera sugerencia del libro es diagnosticar el poderío y la fuerza del contrario: “espera a ver lo que el enemigo puede hacer”, sugirió el maestro Sun al rey Wei, cuando le preguntó sobre enfrentarse a un fuerte adversario.

Ahora sabemos que los enemigos de Ecuador pueden asesinar a candidatos presidenciales, dinamitar barrios, agredir a cientos y someter a poblaciones. Sin embargo, decir que el presente es un valle de lágrimas quizá es una exageración. A pesar de las dificultades el Estado es la organización más importante que tiene cualquier sociedad; bajo sus mandos están el ejército, la policía, las redes de comunicación, el control de la banca y la posibilidad de determinar qué hacer o no. Lo importante es que ese poder sea empleado apropiadamente.

Un ejemplo particular y digno de análisis es el de El Salvador y en la boca de varios políticos ecuatorianos se observa la admiración hacia las decisiones que el Estado salvadoreño tomó y que lograron bajar los índices de criminalidad. No obstante, todo tiene su costo, entre esos, financiar los sistemas de represión, confinamiento y supervigilancia del territorio requieren ingentes recursos que deben salir de algún lado.

El financiamiento de los ejércitos siempre fue costoso, como lo documenta Sun Tzu, y la guerra no es el escenario más deseado; pero resulta necesaria para “arreglar el desorden en el mundo y para liberarse de los que perjudican el pueblo llano”, decían los maestros de Huainan en un texto del siglo II a. C.

Los costos no son solo monetarios, también incluyen el tiempo, la entrega de información y la complicidad con el Estado para que se logre el propósito de liberar al pueblo de quienes lo perjudican.

¿hasta dónde las familias están dispuestas a apoyar las decisiones políticas y hacer sacrificios económicos?

Sin embargo, cuando las redes delincuenciales se extienden en la profundidad de los barrios, las calles y las estructuras institucionales, la guerra resulta más desafiante y los costos son de una dimensión considerable. ¿Cuántos aliados tiene el Ecuador?, ¿hasta dónde las familias están dispuestas a apoyar las decisiones políticas y hacer sacrificios económicos? En el caso salvadoreño, el Estado financia su inmensa operación ofensiva con la inversión de recursos propios y deuda internacional; además, cuenta con un apoyo popular que crece y sostiene la estructura política que la gobierna; la pregunta es ¿hasta cuándo durará tal apoyo?

Sobre la última pregunta, Sun Tzu es optimista: “cuando el agua que fluye encuentra un curso, puede incluso arrastrar cantos rodados y partir embarcaciones en dos; cuando se emplea a las personas de forma coherente con su naturaleza, entonces las órdenes son ejecutadas como una corriente que fluye”; y hay corrientes permanentes, como los ríos que mantienen la vida por donde pasan. Esperamos que así sea en el caso salvadoreño y que Ecuador encuentre su propia fórmula de paz a cualquier costo y con el apoyo ciudadano. (O)