Gregario como es, el ser humano vive con hábitos y costumbres que se remontan a las primeras enseñanzas en casa y que, luego, van moldeándose según las experiencias y los aprendizajes de la vida.

...en los últimos años, luego del incremento de la inmigración, las escenas de mendicidad se han multiplicado y lo que más se observa son niños en las calles.

Cada situación nueva que toca vivir toma un tiempo en ser asumida como conocida, de tal manera que lo que inicialmente nos llamó la atención, nos incomodó o nos asombró puede terminar siendo parte corriente de nuestro día a día, sin provocarnos esa suerte de inquietud o resquemor de la primera vez.

La formación de hábitos, a nivel cerebral, surge de la activación de múltiples circuitos neurales que implican una acción bidireccional entre el estímulo y la respuesta, en un proceso de adaptación paulatina.

Acostumbrarnos a que lo que es exclusivamente positivo no es la regla. Lo que es negativo también puede hacerse costumbre. De hecho, es algo que actualmente sucede con las noticias de violencia: inicialmente causan miedo, rechazo; pero, a medida que se repiten, van causando menos asombro, hasta llegar a la posibilidad de no llamarnos más la atención. Una situación real (sensible y dolorosa) es la cotidiana presencia de niños en las calles, a cuya existencia habría que resistir para que no se vuelva costumbre, para que no termine pasando inadvertida en cada esquina o semáforo, como si se tratara de una “normalidad”.

Da la impresión de que es un asunto que a las autoridades no les importa. Infantes en brazos, niños entre 2 y 10 años que deberían estar a salvo, jugando o estudiando, permanecen largas jornadas en las aceras, algunos jugando con lo que tienen a mano, otros acompañando a un adulto que pide dinero, otros haciendo gestos de desear comer. En una misma esquina se turnan madres, padres e hijos en diferentes horarios.

En el país, a octubre de 2020, existe un documento de trabajo del MIES titulado Análisis de la problemática de la mendicidad en Ecuador, que bien puede servir de punto de partida para diseñar políticas públicas y planes de acción encaminados a ir resolviendo lo que más se pueda el problema. Pues, en los últimos años, luego del incremento de la inmigración, las escenas de mendicidad se han multiplicado y lo que más se observa son niños en las calles. Puede ser que los adultos que los acompañan sean auténticamente sus padres, puede ser que efectivamente esos adultos no encuentran trabajo, puede ser incluso que lo que se lee en los carteles que portan sea verdad. Pero es inadmisible que haya niños pasando horas de horas en las calles.

Me pregunto si se estará aplicando alguna política social capaz de revertir una realidad tan triste y conmovedora. Me pregunto si habrá, en este momento, alguna autoridad local, regional o nacional que esté pensando qué hacer, cómo cambiar la vida de esos niños.

La esposa del presidente Lasso, honrando sus principios cristianos de compasión y solidaridad, tiene, en ese doloroso problema social, una gran oportunidad para trabajar en la construcción de una vida digna para las personas que se encuentran en estado de mendicidad. (O)