Hace unos días un grupo de científicos, desarrolladores y académicos, incluyendo Elon Musk, hicieron un llamado a suspender por seis meses el desarrollo de aplicaciones de inteligencia artificial. La carta –cuyo texto vale la pena leer– centra su preocupación en que la humanidad corre el riesgo de destruirse por el uso inadecuado de la tecnología. Principalmente, porque el empleo intensivo de la robótica y de la inteligencia artificial lleva a la pérdida de habilidades cognitivas fundamentales, al tiempo que las relaciones sociales se destruyen por una sobreexposición a mensajes, cargados de falsedad o medias verdades.

Respecto al uso intensivo; la era de información, la digitalización, el internet de las cosas y la robótica plantea desafíos sobre los que no nos hemos detenido a pensar. Por ejemplo, la educación que estaba destinada a formar capacidades y habilidades de construcción de conocimiento. Se enfrenta a escenarios a los que unos los califican como “facilistas”, porque sin mayor esfuerzo y con un clic un estudiante puede obtener la respuesta que antes costaba tanto. La indagación en la biblioteca, la lectura prolongada, la construcción de fichas de resúmenes, son percibidas como tareas manuales innecesarias y desgastantes; resulta más satisfactorio dar un clic y tener la información que se desea.

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En cuanto a la ruptura de relaciones sociales, en las redes sociales hay mensajes de diferente calidad, muchos de esos contradictorios. Además, los marcos jurídicos de diversos países son muy débiles, respecto a temas importantes como la vulneración de derechos en el ciberespacio, la delincuencia informática o el uso de datos personales y corporativos. Por lo tanto, la ausencia de legislación y la ingenuidad son mezclas peligrosas que llevan a las sociedades a estadios de descomposición e inseguridad.

Si las tecnologías de la información y la ingeniería de sistemas siguen desarrollando artificios que nos facilitan la vida, seguramente disfrutaremos de la eliminación de actividades que hoy nos resultan desgastantes; sin embargo, ¿qué tan preparadas están las sociedades si algún día se produjese un “apocalipsis informático”?, es decir, que los sistemas fallen o el internet colapse como lo documenta Esther Paniagua en su libro titulado Error 404: ¿Preparados para un mundo sin internet? (Ciencia y Tecnología).

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La actual relación con la tecnología y el uso intensivo de medios digitales produce generaciones que ya no recuerdan ni el número telefónico de su amigo más cercano. Familias que desconocen qué observan sus hijos en el internet y profesores que están inseguros sobre si el trabajo que están leyendo lo hizo su estudiante o solo copió información de un portal. Hay que añadir que se ha extendido la creencia de que las máquinas son superiores a cualquier ser humano y que como sociedades hemos tocado fondo.

Por lo tanto, es el momento adecuado para reflexionar. Las instituciones gubernamentales y no gubernamentales tienen la obligación de generar marcos normativos que responda al contexto actual y cada ciudadano la obligación de cuidar de sí y de los suyos en relación al uso del internet. (O)