En nuestro país la mala política crea mitos por medio de repetir falacias. Lo que es peor, fomenta una pésima educación desde la escuela y por tanto en nuestra cotidianidad. El mito de “todos los hombres critican a las mujeres porque son misóginos y machistas” es una falsedad que deberíamos combatir.
Así, a pesar de que las luchas feministas por más de un siglo forman en principios como la igualdad de derechos, hoy varias personas -especialmente políticas- con sus mezquindades e intereses destruyen lo que tan difícilmente se ha conseguido en equidad al esconder sus pésimas actuaciones políticas en supuestas violencias o ataques por el hecho de ser mujeres. Nunca los feminismos promueven la victimización, al contrario, buscan el empoderamiento de todas las mujeres.
En estos días, otra política mediocre -Atamaint- en lugar de responder con argumentos a la opinión de Roberto Aguilar, lo persigue judicialmente para distraer de sus omisiones y yerros como presidenta de la institución electoral. El periodista resume el pensamiento de la mayoría que seguimos la política nacional: ella -y casi todos los miembros del TCE como lo escribió en su artículo- no han estado a la altura del sitio que ocupan, han incumplido su trabajo. Lo criticado no es por ser mujer, sino por permitir que personajes poderosos, como Correa, vulneren la ley sin tener respuesta legal desde el CTE. Ella como política, al igual que sus compañeros varones, son objeto de crítica. Nada tiene que ver su género -ni el de ellos- en esto.
El costo del trance de victimizarse desvirtúa la lucha por eliminar las verdaderas actuaciones misóginas y violentas contra las mujeres. Esa violencia tiene ejemplos claros: como pedir a la adversaria que se dedique al maquillaje -Correa a Cynthia Viteri-. No creer a las agredidas de acoso y violación -Glas y su partido contra Soledad Padilla o Peter Calo que recibió el apoyo de Iza contra una joven agredida, o la demanda contra Carlos Vera de la esposa de un condenado por agresión sexual a otra mujer-.
Se puede considerar machismo, hasta misoginia, el tratar de manera condescendiente a las mujeres o utilizar por puro oportunismo político el término violencia de género, banalizándolo hasta el ridículo cada vez que una mujer es señalada por su mal trabajo. Aguilar opina contra el accionar político de Atamaint, al hacerlo la está viendo como “una igual”, si no señalara sus errores solo porque es mujer, sería ahí sí misógino por ser crítico selectivo que solo se ocupa de hombres.
Hay gente funesta en todas partes, cuando tienen espacios de poder aumenta la visibilidad de sus mediocridades y prejuicios. Es decepcionante ver a los peores voceros -dizque feministas- criticar a la carta: sesgados para defender el machismo de sus partidos, las agresiones de sus jefes o amigos -hasta parejas- por intereses diametralmente distintos a la equidad y respeto. Esos malos activistas y políticos mediocres destruyen la nación al confundir la opinión pública en lugar de formar contra el machismo y en principios feministas, para así lograr un tejido social más democrático por diverso y justo, por igualitario. (O)