La solución de mi compadre Rubén a su disyuntiva desató mi risa. Su costumbre a no negarse lo inscribió en la lista A para presidente de su asociación. Un socio lo convenció y no podía arrepentirse. No estaba preparado y debía zafar dignamente. Era seguro ganador, pero la lista B tenía al candidato idóneo. Eso lo agobiaba, así como también la realidad nacional: la tienda floja por falta de empleo y circulante, el alza de precios; la inseguridad obligando a vender los sueños. Como el de Diego y su casa construida tras años de arduo trabajo en España; Carmen y su aguante en Holanda para edificar tres pisos de seis departamentos y asegurar su vejez; la sacrificada Julia y su restaurante en una zona comercial, que de comercial ya tiene poco; e innumerables negocios y propiedades en Ecuador obligados al ‘SE VENDE’.

Se vende la casa, la tienda, el auto, la empresa, el terreno, hasta la vida en manos de coyotes. Se vende para comer, vivir, para huir y volver a soñar en otras tierras. Mi compa quiere hacer lo mismo y escapar con su artrosis y diabetes a cuestas. Duele ver a tantos compatriotas angustiados por los malos manejos de un país de enormes recursos económicos, geográficos, humanos. Un pueblo harto de demagogia e improvisación política, que en tiempos electorales sufre del síndrome de Estocolmo y es presa fácil del marketing, la propaganda, el regalo, e inducido a votar por algunos postulantes sin aptitudes necesarias; muchas veces en complicidad de cierta prensa sesgada o silente. Es imperioso seleccionar cuadros calificados. Establecer reglas o filtros para que partidos seleccionen perfiles probos que asuman su labor con verdadero compromiso. Aquello fortalecerá las instituciones, revitalizará la débil democracia y resucitará la esperanza en los ecuatorianos.

Pocos días después vi a mi compadre más tranquilo. No renunció a la postulación, pero visitó a los socios uno por uno rogando: “No voten por mí”; su argumento los convenció. Su sabia solución desató una extensa carcajada. Cuán distinto sería si todos soltaran sus egos, ambiciones y dieran un paso al costado ante propuestas no aptas para ellos. Los Gobiernos deben ser responsables. Colocar en cargos estratégicos a personas idóneas, independientemente del color político; que planteen soluciones efectivas a las problemáticas productivas, económicas, sociales, y no lleguen a aprender y ganar experiencia, menos aún en épocas críticas. ¿Cuántos tienen la honestidad de reconocerse sin los méritos, capacidad ni la proactividad para el puesto? ¿Qué tanto pesan las cuotas políticas, padrinazgos, lazos afectivos en el momento de nombrar la tripulación para mantener el barco a flote?

Los funcionarios inexpertos y deshonestos atentan contra la gestión gubernamental y el desarrollo del país. ¿Por qué el pueblo elige y las autoridades designan a muchos de aquellos? Eso amerita un análisis psicopolítico más profundo. El “No voten por mí” responde a una valoración ética, una dosis de honestidad y sinceridad individual de la cual carecen varios políticos y colaboradores; una de las causas fundamentales de por qué estamos como estamos. (O)