Las elecciones presidenciales ofrecen siempre la oportunidad de un cambio. A veces, ese cambio está sustentado en propuestas, otras, en el deseo de que las cosas mejoren.

Lo cierto es que alguien se tendrá que sentar el lunes con la misión de repensar la educación del Ecuador. No será una tarea fácil, pues a las condiciones particulares e históricas del país se suma la experiencia generada a partir del COVID-19.

La cuarentena y el fenómeno de las clases online han puesto de manifiesto las graves carencias, desigualdades e inequidades que tienen los sistemas educativos. Para Mariano Jabonero, secretario general de la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OEI), no todo es malo ni está perdido, pues este contexto nos ha dado la oportunidad para disminuir la brecha digital. Sin embargo, enfatiza, no basta con distribuir masivamente tabletas ni megas, es preciso contar con programas educativos completos.

La apuesta educacional del futuro será un modelo híbrido o mixto.

Al respecto, Ana María Raad, fundadora de aprendoencasa.org, plantea que durante este tiempo hemos mal llamado “clases híbridas” a aquellas que replican exactamente lo mismo que pasa en la sala presencial, pero que se transmiten en línea.

La evidencia nos indica que la educación híbrida (de calidad) requiere de condiciones clave como conectividad, capacidades de docentes para desarrollar sus clases en estos ambientes y competencias de estudiantes que apuntan a la autonomía.

Es decir, hay que observar y repensar todo el sistema que rodea la educación, porque la escuela pospandemia, definitivamente, ya no debería ser lo que era antes de marzo 2020.

El desafío es enorme, pero también lo es la oportunidad.

¿Cuánto nos ha ayudado el enfocarnos en el control y la estandarización? ¿Cuánta falta nos hizo el tener colegios y universidades libres con espacios para la innovación?

José Joaquín Brunner, experto en educación, hace notar que en los debates sobre el futuro de la educación hay una cantidad de distinciones conceptuales y comprensiones heredadas que han comenzado a volverse obsoletas y que impiden aproximarse a los futuros posibles y sus desafíos.

No se puede amarrar y controlar, no se puede escapar de lo líquido, ni tener un desenfrenado control como se pretendió en su momento. La pandemia nos ha enseñado de esta multidimensión.

Es necesaria una educación para la resiliencia, para vivir en un mundo desestructurado. Es imprescindible hoy educar en el pensamiento crítico, si la educación no se hace cargo de esto, vamos a vivir tiempos muy dramáticos.

El mundo cambió porque las personas han cambiado, los nuevos paradigmas han transformado la manera de habitar, ser y pensar, y la educación no puede quedarse afuera.

Gran tarea para la persona que el lunes tenga en sus manos la educación del Ecuador, pero a su vez, un precioso desafío que puede lograr cambios trascendentales e históricos para todos. (O)