Es típico de los latinoamericanos olvidar las advertencias de probables sucesos que se evidenciarán luego; se trata de peligros que permanecen ocultos para en el momento propicio irrumpir. Tal es el caso de la tremenda enfermedad bananera conocida como mal de Panamá, que viene progresando en algunas regiones asiáticas y del Oriente Medio con un avance incontenible. Las convencionales y explicables medidas preventivas no han sido efectivas; de lo contrario, no hubiese traspuesto los océanos para instalarse en América desde el 2020, primero en la Guajira colombiana y luego muy cerca de nuestra frontera sur. Fue una exitosa contención en el primer caso, evitando su difusión al resto del país; en cambio, creciendo en forma desbocada en Perú.

Lo dicho reviste tanta certidumbre que Australia, con una superficie inferior a 14.000 hectáreas en seis centenares de fincas, ha reconocido que una sexta parte de ellas en el valle de Tully ha sido tomada por el patógeno, sin que hayan dado resultado las acciones precautelares emprendidas hasta el cansancio, que arrancan desde la capacitación escolar hasta la instrucción media y superior, sin resultados plenos. La inversión asignada en investigación y transferencia de tecnología para detener el patógeno se cuenta por millones, por la importancia social del cultivo, que pueden efectuar en virtud del alto desarrollo económico de esa nación, no escatimando gastos cuando solo consume y casi nada exporta; no le preocupa destinar $ 138 millones anuales para evitar inútilmente su expansión. Contrariamente, en Ecuador desde el gobierno anterior se ha incumplido con entregar a Agrocalidad apenas $ 15 millones.

Los reportes de autoridades y empresarios interesados en la industria revelan con amplitud que en la vecina república sureña el control se ha perdido, estimándose, según aporte de una conocida universidad holandesa, que ha infectado al 90 % de la superficie de la fruta, casi totalmente orgánica, favorecida por la especial manera de cultivar, algunas con riego por inundación que propicia la diseminación por el agua a las unidades productivas con siembra mixta, cercanas a caminos, de gran movimiento de personas con cosechas que se trasladan sin desinfección, transportando las esporas del inclemente hongo.

Conocimos una propuesta científica y técnica con el aval de la acreditada Universidad de Wageningen de Holanda para realizar con mucha rapidez un levantamiento fotográfico aéreo con mapeo total de musáceas, que determinaría con precisión geográfica sitios sospechosos de la enfermedad a los que inmediatamente se acudiría para la comprobación científica de si el marchitamiento captado corresponde a Fusariosis R4T, lo cual habilitaría montar un proceso de estricta contención que preservaría la integridad de otras áreas en inminente peligro.

Siguiendo instrucciones presidenciales y del Comité de Operaciones de Emergencia (COE), se aprobaron protocolos para la introducción cuidadosa de especies que prometen una resistencia parcial al indeseable patógeno; una de ellas ya está en proceso de adaptación y estudio de su comportamiento para luego sustituir las actuales y evitar futuras afectaciones catastróficas. (O)