No es suficiente lidiar día a día con la inseguridad que representa salir de nuestras casas para ir a trabajar, también tenemos que lidiar con las trabas que absurdamente entorpecen el libre ejercicio profesional en Medicina. Seguramente, algo similar sucederá con otras profesiones; pero, como médica, solo puedo referirme a lo que me consta.

Para la obtención o renovación del permiso de funcionamiento de un consultorio médico particular, la Agencia de Aseguramiento de la Calidad de los Servicios de Salud y Medicina Prepagada (Acess) –organismo técnico-administrativo adscrito al Ministerio de Salud– aplica el reglamento correspondiente según el Acuerdo Ministerial n.º 00032-2020. Según dicha normativa, se busca regular los centros de atención de salud –públicos y privados– bajo parámetros de orden y eficiencia para una atención de calidad. El responsable técnico de cada unidad, en este caso el médico, deberá cumplir los requisitos que garanticen el ejercicio de la especialidad cuyo servicio ofrece, que incluye el registro del título profesional en la Senescyt y ante la Autoridad Sanitaria Nacional, a través del Acess. Los profesionales deberán actuar únicamente dentro de las competencias registradas en su título, y cualquier cambio deberá ser notificado a la autoridad correspondiente. Se alude también a la inspección de las instalaciones, equipos de protección contra incendios, funcionamiento y mantenimiento de equipos médicos, manejo correcto de residuos y desechos, para nombrar unos cuantos. En la teoría, todo luce sensato.

En la práctica, renovar anualmente el permiso de funcionamiento se ha convertido en una tarea estresante. Los inspectores técnicos no manejan un discurso unificado ni disciernen sobre las características particulares de cada sitio de atención. De hecho, ningún consultorio es igual a otro, ni en sus instalaciones ni en el servicio que ofrece. Siendo lo más importante lo concerniente a la calidad de la atención, en la que es prioridad el bienestar del paciente, la visita técnica resulta lo contrario. Las observaciones que se emiten varían según la mirada del inspector que visita y según cada año, y muchas de ellas carecen de fundamento. Solicitar que la secretaria o recepcionista esté vacunada contra hepatitis B y tétanos; el recetario común (no el recetario especial para psicotrópicos y estupefacientes) sea numerado secuencialmente, tenga copia y esté custodiado en un lugar específico; haya certificación de control de plagas; se entregue un ejemplo de historia clínica con diagnóstico y código; existan letreros que indiquen el sitio de recepción (único posible en una sala de espera de no más de siete asientos), la puerta de salida (la misma de entrada), el lugar del extintor (visible en la sala de espera); si hay una cafetera visible, que esté aislada en otro ambiente dividido; que las papeleras debajo del escritorio del médico y del de la secretaria sean de color negro, al igual que las fundas recolectoras. Estos son solo unos cuantos ejemplos de las “observaciones” que retrasan y obstaculizan el proceso de renovación del permiso para continuar trabajando.

Complicar un trámite en lugar de facilitarlo es una peculiar característica nuestra. Ocurre en todos los ámbitos y muchas veces se presta a actos de corrupción. (O)