A pocos días de la navidad, que anticipadamente nos trajo de regalo la copa del mundo para Argentina, de la mano del genio Lionel Messi y la Scaloneta, y después de estos 30 días de mundial en que hemos trajinado con un ojo en Qatar, de retorno a la política nacional, nos encontramos con la encarnizada disputa de poder ejecutivo-legislativo, por el control de las demás instituciones del estado.

Esta disputa no es nueva, ni exclusiva del Ecuador. Y a lo largo de nuestra historia ha tenido capítulos y matices.

Y también es normal que el legislativo nos quiera hacer creer que ellos no están detrás de ciertas acciones y que el ejecutivo, pretenda lo propio.

Lo que está mal es que la ciudadanía se lo crea; que la opinión pública se lo crea. Que nos pretendan vender que en esta disputa hay buenos y malos. Malos políticos y próceres demócratas.

Lo que está mal, por ejemplo, es que tengamos meses sin Superintendente de Bancos, o mejor dicho, con uno elegido de una terna enviada por el ejecutivo y posesionado por el Legislativo, pero que no puede sentarse en su puesto por una acción judicial; y otro, designado por un CPCCS destituido, pero revivido por otra acción judicial, que tampoco puede actuar porque el Legislativo no lo posesiona porque se fue de vacaciones.

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Es decir, que tengamos 2 Superintendentes de Bancos, pero que ninguno pueda actuar, y que se nos pretenda hacer creer que no hay intereses del Ejecutivo y del Legislativo detrás de ese nombramiento.

Y que se nos quiera hacer creer que detrás de ese forcejeo judicial no están ambos poderes del estado.

Lo que está mal, es que exista un divorcio tan irreconciliable entre las principales funciones del estado, que parecieren estar en pugna, al punto de buscar destruirse o arrodillar la una a la otra.

Lo que está mal, es que ambas funciones no recuerden que el pueblo las eligió (A ambas) para solucionar los principales problemas del país, y fundamentalmente, de los mas pobres y olvidados de la patria. Y que esta disputa solo las aleja de poder cumplir con esos objetivos.

Que el ejecutivo solo, no puede cumplir tales objetivos; y que el legislativo solo, tampoco.

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Que llevamos año y medio desde que ejecutivo y legislativo entraron en funciones, y que los niveles de aprobación de ambas funciones del Estado, solo confirman la deuda que mantienen con los electores.

Entonces, desde esta columna preguntamos: ¿Hasta cuando la pugna?

¿Que hace falta para que depongan intereses, de la índole que fueren, y busquen consensos básicos en los grandes y urgentes temas del país?

Recuerden que no hay mal que dure 100 años ni cuerpo que lo aguante. Que al correísmo se le ganó por “media cabeza” en 2021 y que justamente, por lo que vemos hoy, es que, en 2006, llegó un joven economista con un discurso disruptivo de cambio, a capitalizar el hartazgo popular por la clase política. El resto de la historia, ya la conocemos.

¿La vamos a repetir?

Ojalá la navidad toque los corazones de quienes pueden evitarlo. (O)