Como muchas opiniones parten erróneamente de “me cae bien o mal”, aclaro que no soy trumpista, ni de casi ningún político en realidad, hay acciones peligrosas como la guerra tarifaria o tener reservas en criptomonedas o su estilo amenazador (aunque el mundo necesita shocks), pero no debemos personalizar. Por eso me parecen equivocados los que plantean que Trump es marioneta de Putin, no va con su personalidad, así como no creo Putin quiera invadir Europa.
Esencial: ninguna iniciativa ha sido exitosa ni logrado nada funcional. Guerra estancada. Geopolíticamente, se ha planteado que Ucrania entre a la OTAN para apoyarla y acercar la frontera occidental a Rusia, mientras otros ven exactamente lo contrario: que Ucrania siga como barrera (creo es lo sano). Militarmente, unos creen en un compromiso serio enviando tropas no solo armamento a Ucrania, otros alejan esa opción. Y Europa sigue discutiendo si su seguridad debe depender de los EE. UU. Ochenta años después de la segunda guerra es increíble que los europeos aún duden, cuando ya son potencias adultas que deben enfrentar sus realidades, y ahí hay un mérito de Trump: obligarles a abrir los ojos. Nota: francamente igual que en Gaza, donde Trump planteó otro camino basado en una duda real, ¿pueden los palestinos tener un futuro ahí en Gaza, bajo el control de Hamás cuyo único objetivo es odio y destrucción? Más allá de la casi imposible solución “ideal” de “dos pueblos”, al menos es sano sacudir el tablero de las ideas.
En un entorno sin soluciones, Trump ha agregado algo: llegar a acuerdos de inversión aleja el espectro de la guerra (de los rusos), y así ha introducido el interés (real) de EE. UU. en las “tierras raras” de Ucrania (minerales estratégicos). Algunos lo ven como una visión comercial paupérrima, pero recordemos que el primer paso de la Unión Europea fue la Comunidad de Carbón y Acero (1951) porque el comercio aleja tentaciones bélicas (alemanas). Ese fue el problema de fondo del meeting en Casa Blanca, aunque la posibilidad de un acuerdo sigue vigente: Trump pensaba en el comercio como escudo y al mismo tiempo actuar como mediador neutro, mientras Zelensky con razón desde su perspectiva de país atacado y valiente, planteaba que se debía primero discutir la seguridad, en esencia el envío de armas. Y a eso se agregó ciertamente algo absurdo: tener la discusión en público cuando no había aún acuerdo final, tan absurdo que es comprensible hayan surgido interpretaciones, desde el sometimiento a Putin hasta la trampa perfecta contra Zelensky.
Detrás de todo esto hay una realidad: ¿qué soluciones existen para lo único esencial (¿la paz?): a) la ideal en que Putin se retira; b) que Rusia se quede con algún pedazo de Ucrania; c) la guerra continúa hasta que alguien “gane” e imponga su solución –drama que vivimos con el Tratado de Río impuesto en 1942–. La b parece la más probable, pero cualquiera que la empuje ¿no parecerá títere de Putin?
¿Y acaso esta solución no tiene un trasfondo estratégico? Alejar a Rusia de China (aislándola) porque, francamente, Rusia puede mantener cierta importancia, solo si se une a Occidente o a China, y su lugar natural es el primero. Quizás Trump se merece mil epítetos ¿y los demás? (O)