Hace décadas se hacía fila para retirar y depositar dinero, eso cambió con los cajeros automáticos. A las lavanderas del barrio las reemplazaron las lavadoras; los canillitas se extinguen porque el periódico digital llega al instante y a todos lados; en algunos territorios, los camiones de 18 ruedas se conducen sin un chofer. En el agro, las cosas van a igual ritmo; los drones esparcen semillas; mientras, las cosechadoras robóticas hacen lo suyo y existen granjas totalmente automatizadas. Al igual que en las anteriores revoluciones industriales nos emocionamos por la comodidad que nos brindan, sin embargo estas también acarrean desempleo.

Inteligencia Artificial y justicia

Ayer, mientras daba la vuelta en un supermercado, encontré la caja de autoservicio, ahí, sin hacer fila, sin interactuar con nadie, se puede pagar a su ritmo y ordenar los paquetes según se desea. Por un lado, es una alegría pagar rápidamente. Por otro, sobrecoge pensar que esa automatización es el preámbulo del despido masivo de cajeros y dependientes de los supermercados.

Está claro, “somos hacedores de nuestro propio destino” y con la llegada de la inteligencia artificial, la profundización de la robotización y la automatización, terminaremos fulminando las esperanzas de miles que requieren empleo. Ya tenemos un enorme problema, marcado por el desempleo juvenil. Eso es tan grave que se creó una categoría para denominarlos y se los llama “ninis”, a quienes no estudian, no trabajan y no tienen oportunidades. Con la automatización, el desempleo juvenil se agravará. Ya que los primeros trabajos a los que accedían los más jóvenes eran aquellos que se vinculaban a servicios, actividades de atención al cliente o similares.

La IA: una nueva revolución

De ahí que, hoy más que nunca, urge contar con planes de gobierno a corto, mediano y largo plazo, que analicen las circunstancias que estamos construyendo. No basta con quejarnos por el surgimiento de la violencia, es hora de pensar alternativas reales para toda la población; si los planes de incorporación de los sistemas de inteligencia artificial se masifican –sin mayor análisis–, se cumplirá lo que ya predijeron sus propios creadores, se avecina una pérdida masiva de empleo y una enorme convulsión social.

No obstante, aunque nos gusten los fideos instantáneos, todos apreciamos una sopa hecha de verdad, un traje diseñado a medida, un poema elaborado desde el corazón. Así, la esperanza está en las labores que no pueden ser automatizadas, como la cocina de autor, la reparación de objetos, la comida orgánica, el cuidado a personas. En el área intelectual, hay espacio para los escritores creativos, el análisis de datos basados en las sutilezas culturales, el diseño de planes para cada contexto social. En sí, no todo está perdido, pues se requieren pensamiento crítico y labores con espíritu netamente humano.

Se necesita inteligencia para usar la IA

Ese nuevo sacudón de la automatización ya se observa en las calles con la presencia masiva de desempleados. De ahí que la responsabilidad de los Estados es crucial, se requiere fortalecer y revolucionar la educación, no hacerla solo consumista de productos, sino recicladora, innovadora, centrada en las particularidades humanas y en los valores. (O)