En la semana que termina pude conocer cuáles son las instituciones de la Arquidiócesis de Guayaquil destinadas a servir a los que menos tienen. Responden a necesidades de salud, de educación, de rehabilitación, de acogida.

En salud, tiene ocho dispensarios en las áreas marginales, que atienden 32 especialidades a un promedio de 630.000 pacientes en el año. Además, un hospital en el Guasmo sur y tres fundaciones ubicadas en distintos sectores de la ciudad, una de ellas, Fundasen aparece en Google entre las 10 primeras instituciones de salud en la ciudad, allí trabajan 80 médicos que atienden alrededor de 600.000 pacientes anuales. Un buen complemento es Diakonia, un banco de alimentos que sirve a 50.000 personas.

También se preocupan por la educación, con 21 instituciones y un total de 12.000 estudiantes, desde educación inicial hasta el bachillerato. La pensión es muy baja y tienen un gran número de becados. El Refugio Espíritu Santo acoge de manera temporal a migrantes y personas sin hogar. La Comunidad Terapéutica Juan Pablo II ofrece la oportunidad de rehabilitación a menores de edad que se han dejado seducir por la droga y la Casa del Hombre Doliente atiende a adultos mayores y personas con discapacidades o enfermedades terminales.

Tengo claro que no es la única institución que se preocupa de las personas que no tienen acceso a los derechos humanos fundamentales. No podemos desconocer el gran trabajo de la Junta de Beneficencia, por ejemplo. Lo comento en estas letras porque, además, es bueno que sepamos que algunas de las personas que trabajan en esas instituciones, lo hacen por su voluntad de servir y de compartir el privilegio, que es en nuestro país, de tener una carrera profesional.

Traigo hoy este tema porque no pude evitar pensar en las muchas ofertas electorales que –dice la experiencia– si se cumplen son muy pocas. También pensé que las instituciones y funcionarios de las áreas menos atendidas no son los que captan más atención de los ciudadanos, como si no fueran tan importante como las demás.

Es notorio que durante la campaña electoral los candidatos visitan los barrios pobres ofreciendo el paraíso, pero luego, en el ejercicio de sus funciones, se cuidan muy bien de poner letreros que recuerdan a los ecuatorianos que “es una obra de” y no es fácil poner un letrero a cada joven que recibió una buena educación o a una persona que superó una enfermedad en un hospital público. ¿Será por eso que no les parece que esas áreas son muy importantes?

Se habla mucho de combatir la pobreza, pero no se logra, quizás, porque muchos ecuatorianos no tienen acceso a una adecuada alimentación desde niños y en la etapa más importante de su desarrollo cerebral. Ofertas de solución ha habido algunas, pero eso no es para unos meses, se requiere una política de Estado que se mantenga, sea quien sea el gobernante.

Volveremos a votar en abril, pensemos bien nuestro voto porque eso nos hace responsables del futuro, y pensemos también que así como quienes trabajan en las instituciones mencionadas, no siempre por el sueldo, hay mucho trabajo esperando voluntarios para lograr los cambios y evitar que se amodorre la esperanza. (O)