A su viaje a Pekín en febrero, el presidente Lasso llevó una ambiciosa agenda para tratar con su homólogo chino, en la cual se destacaba la restructuración de la deuda.

En la amplia restructuración de la deuda externa que llevó a cabo Lenín Moreno, los tenedores de bonos aceptaron ampliar plazos, bajar tasas, concedieron un amplio período de gracia y una discreta reducción del monto. Las multilaterales ofrecieron multiplicar los desembolsos; el FMI concedió al Ecuador créditos al límite que permite su cuota. Todos los acreedores aportaron, excepto China.

Desvincular el petróleo de la deuda con China y el inicio de las conversaciones para firmar un TLC fueron lo que marcó el diálogo entre Guillermo Lasso y su homólogo chino, Xi Jinping

La deuda china tiene dos orígenes: créditos para el pago a contratistas chinos por centrales hidroeléctricas y carreteras, y las garantizadas con petróleo, denominados “venta anticipada de petróleo”, para darle la vuelta a restricciones legales.

Hay problemas con ambos tipos de crédito. Para empezar, porque fueron contratados a dedo. Además, aquellos por obras, por la mala calidad del trabajo en algunas de ellas, como Coca-Codo Sinclair y las escuelas del milenio. En las ‘ventas anticipadas’ los créditos están garantizados con la entrega de un volumen exagerado de petróleo a precios con descuento de escándalo, según denuncian las actuales autoridades.

Dado el daño causado por la Conaie a la credibilidad internacional del Ecuador, ya no es posible conseguir crédito en el mercado financiero internacional, y se buscaría un nuevo préstamo chino.

El Ecuador podría plantear que se reduzca el monto de la deuda por las obras y extensión de plazos: con el Banco de Desarrollo de la China se vencen $ 2.130 millones en 2024. En el caso de los petroleros, mejorar el precio, reducir el volumen que hay que entregar y bajar el elevado interés dado que los créditos cuentan con la garantía real del petróleo.

Dado el daño causado por la Conaie a la credibilidad internacional del Ecuador, ya no es posible conseguir crédito en el mercado financiero internacional, y se buscaría un nuevo préstamo chino.

A China le falta experiencia. Recién en 2008 comienza a financiar obras y servicios en mercados emergentes, muchos de ellos vinculados a la “Iniciativa de la Franja y de la Ruta”, proyectos faraónicos de dudoso beneficio al país deudor. Los bancos chinos no siguen las mejores prácticas crediticias, mantienen el secretismo de contratos, conviven con la corrupción. China no se ha incorporado al Club de París.

Hoy con la pandemia gran parte de esos mercados emergentes cayeron en insolvencia. Se requiere acción mancomunada de los acreedores para restructurar sus deudas. Y China se resiste. Sus bancos estatales son renuentes a contabilizar pérdidas. El castigo de créditos requiere aprobación del Consejo de Estado.

El miércoles pasado la Directora de Usaid se refirió a Sri Lanka, país que está sumido en caos. Samantha Power criticó que China se convirtió en el principal acreedor de Sri Lanka extendiéndole créditos opacos y a tasas de interés elevadas para obras de escaso beneficio, entre ellos para un puerto y un aeropuerto que casi no tienen tráfico, y que China rehúsa restructurar la deuda de Sri Lanka como lo hacen otros acreedores bilaterales.

Comparado a ello el caso de Ecuador es sencillo. Hemos venido pagando a China puntualmente. Pero los chinos estarían temerosos de establecer algún precedente. Presumimos que a eso se deba la falta de resultados cinco meses luego del viaje presidencial. Su mal manejo de los deudores con problemas tiene para China un alto costo reputacional. (O)