Difícilmente encontraremos a una persona que no haya hecho en algún momento de su vida un rompecabezas de aquellos que llegan hasta mil y aún más pequeñas piezas, las cuales al ser unidas en la forma correcta, tarea de mucha paciencia, terminan generando una imagen de un paisaje realmente hermoso.

Los productores de estos rompecabezas buscan escenas de una belleza sin par, para que, al fin del tedioso proceso, la gratificación de quien lo arma sea no solamente el objetivo cumplido, sino el disfrute de lo que ve. Muchos, incluso, ponen el rompecabezas sobre una tabla, lo pegan, lo enmarcan con un vidrio encima y lo exhiben.

En el rompecabezas de la política ecuatoriana la historia es totalmente diferente. Uno va uniendo las piezas, y poco a poco se va formando el paisaje final, y cuando este llega produce unas escenas horripilantes, realmente espantosas, y que además nos dan un gran terror.

La última ficha del rompecabezas es la muerte de Don Naza, precisamente a pocos días de la inexplicable visita a los predios del Ministerio de Defensa, en los cuales funciona también la Junta Nacional de Defensa, las comandancias del Ejército, la Marina y la Aviación, y además el Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas. Cuando esa pieza final se pone, la escena es de terror.

Y las piezas que se van sumando incluyen el episodio de Manglaralto, con la pieza subsiguiente de que ‘el enfermo’ salió vivito y coleando a hacer arengas políticas y un mitin. Incluyen la aceptación de un juez de una acción de protección en la cual la representante de la Asamblea pide protección contra la Asamblea que ella preside. Las piezas incluyen una oposición que ha chantajeado, que exige canonjías y privilegios.

Y como este rompecabezas es de larga data, todas las piezas armadas colocadas durante años, dejan la escena del día de hoy: total desolación. Y hoy, con la muerte de Don Naza, nos cubren nubarrones de un color más oscuro que la medianoche, los cuales ponen en duda a una de las instituciones básicas de la patria, y que no puede ser ni debe ser tomada por la corrupción o por cualquier cosa que no sea el servicio y entrega al país.

Los rompecabezas son de larga y pacienzuda colocación de cada ficha. Son muchos años que bajo el marco de la Constitución de Montecristi, diseñada para el autoritarismo unipartidista todopoderoso, se fueron colocando las fichas del horror que todo el país conoce. La ficha final nos puede hacer olvidar en el rompecabezas cómo comenzó el armado. Pero el cuadro final que hoy observamos es la cosecha de un largo periodo en el cual los cimientos morales, cívicos, patrióticos fueron siendo cambiados por los antivalores. La cosecha está a la vista. Quienes advirtieron en su momento que se estaba sembrando la destrucción de la patria ecuatoriana no se equivocaron. Ahí están Nicaragua, Cuba, Venezuela, y otros ejemplos más, donde la última ficha también produjo una escena terrible.

El Ecuador necesita un giro audaz y radical. La Constitución de Montecristi no puede seguir normando nuestras vidas. Ojalá ese giro se dé. (O)