Nos hacemos adultos y la vida se va complicando. Como la vida misma, en Ecuador los problemas se han vuelto más y más complicados conforme pasa el tiempo. Las consultas populares reflejan esos problemas y deberían ser un mecanismo de participación ciudadana para resolverlos. ¿Qué NO son las consultas populares? Ni varas para medir la popularidad de un gobierno, ni formas alternativas de hacer campaña política, ni plataformas para rechazar un proyecto político.

En esta pequeña república nos han consultado once veces temas de trascendencia nacional. Una de las veces que ganó el NO, los politiqueros utilizaron la consulta como una plataforma para rechazar un proyecto político. Fue en 1995. El presidente Durán-Ballén, entre otros temas, consultó la posibilidad de incorporar en la Constitución la elección del trabajador entre un sistema previsional público o uno privado. El PSC tornó el referéndum contra el entonces presidente y no contra las propuestas en sí, metiendo miedo respecto a los ahorros jubilares. Se perdió una oportunidad de salvar la seguridad social. Casi 30 años después, nos seguimos preguntando si ese cambio hubiera tenido en mejor forma al IESS, comparado a lo que pasa hoy. Tal vez sin politiquería, hubiéramos votado de forma más madura.

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Cuidado en 30 años Guayaquil, Esmeraldas o Posorja son otra Ciudad Juárez o Caracas. Maduremos.

Otras veces, se nos ha convocado por las razones equivocadas. En el 2011 se realizó un referéndum y una consulta popular para reformar la Constitución y “meterle la mano” a la justicia y conseguir luz verde de la ciudadanía para crear un sistema que amordace a la prensa. Pero hubo preguntas como la prohibición de casinos y corridas de toros que se incorporaron para obtener el apoyo popular de grupos volcados a esas causas “morales” y con ello jalar apoyo al condumio de la consulta que restringía libertades a los ciudadanos. Ganó el SÍ. Qué inmaduros fuimos.

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Finalmente, se ha buscado eludir a la ciudadanía en temas de altísima trascendencia tal como la “reelección indefinida”. La semana pasada se cumplieron 7 años de esa nefasta mañana en que, por mayoría parlamentaria, los asambleístas aprobaron y celebraron, con Constitución reformada en mano, que Ecuador se había convertido en el tercer país de América Latina, luego de las desarrolladísimas Venezuela y Nicaragua, en permitir que un mandatario sea elegido indefinidamente. A los ciudadanos, quienes debíamos elegir indefinidamente, nadie nos preguntó sino hasta Lenín Moreno quien, sea o no santo de su devoción, se merece una velita en Navidad por consultarnos en el 2018 la derogación de la reelección indefinida. De no haber sido así, quién sabe si en 30 años estábamos como Nicaragua. Madurez, le llaman.

Hoy las encuestas dicen que la mayor preocupación de la ciudadanía es la seguridad. Y aunque la extradición no es la solución final para el problema de narcotráfico, sí resuelve la falta de justicia, la presión a sus operadores, entre otros problemas. La consulta debe ser una herramienta para ahuyentar el mal que nos atemoriza a todos, hoy protegido por el entramado constitucional de Montecristi.

No estamos para politiquería. Cuidado en 30 años Guayaquil, Esmeraldas o Posorja son otra Ciudad Juárez o Caracas. Maduremos. (O)