Quienes han vivido conscientemente los 50 últimos años de nuestra historia pueden afirmar que hemos progresado. Se nota un avance continuado, en distintos ritmos, con algún retroceso y mucho desperdicio de recursos, pero la calidad de vida de la mayoría es mejor y se confirma que respetamos algunos derechos que eran ignorados.

Hace 50 años vivíamos bajo la dictadura de Velasco Ibarra, que se había proclamado como tal, alegando su vieja tesis de la insuficiencia de las leyes. Éramos menos ecuatorianos, tal vez la mitad de los que ahora somos, la esperanza de vida al nacer no se medía, tal vez rondaba los 50 años, la gente fumaba mucho, teníamos pocas carreteras estables, los campos carecían de electricidad, de saneamiento ambiental, pocas ciudades tenían agua potable, la vida era menos cara, casi no teníamos inflación y no explotábamos el petróleo de la Amazonía. Velasco fue destituido por la dictadura militar de Rodríguez Lara y luego por otros triunviros. Al finalizar los años 70 volvimos a la vida democrática con elecciones libres que ganaron Jaime Roldós y Osvaldo Hurtado. Iniciaron un período de gobiernos democráticos: Febres Cordero, Borja, Durán Ballén, Bucaram. Aquí se interrumpe la cuenta. Entramos en un período de inestabilidad con varios presidentes expulsados del poder: el mismo Bucaram, Mahuad y Gutiérrez. Alfredo Palacio, su vicepresidente, organizó elecciones libres que ganó Correa, ya entrado el siglo XXI. En todas estas presidencias, sin excepción, el país progresó. La diferencia está en las administraciones: unas fueron muy honradas, otras todo lo contrario, especialmente en cuanto al uso de los recursos públicos. Ha habido despilfarro, mucha demagogia, demasiados delitos contra la administración pública, pero el país ha sobrevivido hasta a la peor pandemia de la historia mundial.

Hemos progresado sí, en la calidad de vida de los más. Hay mayor respeto a los derechos de la mujer, ya nadie los discute y su aplicación es cada vez más observada. Tenemos mejor electrificación y saneamiento ambiental y se ha hecho parte de la conciencia social el respeto a los derechos de la naturaleza. Somos más de diecisiete millones, pero hemos diversificado nuestra producción agrícola exportable y podemos incrementarla con técnicas que mejoran su calidad para obtener precios mejores en el mercado mundial. Vivimos con nuestras fronteras seguras y hemos alejado el peligro de la guerra internacional. Usamos moneda estable.

Los factores de retraso son propios de la naturaleza humana: la codicia de malos gobernantes, el tráfico de drogas, el crimen. Las cárceles abarrotadas son escuelas del crimen organizado, dominadas por narcotraficantes. Esta situación se ha venido acumulando por descuido de las autoridades, de las cuales no se escapa la corrupta administración de justicia penal.

Es la vida. Siempre ha sido así: como decía san Agustín, el bien y el mal andan mezclados en la historia y ni él mismo se explica el problema del mal. Pero nos esforzamos por progresar, caminamos hacia adelante, y solo cuando termine la historia podremos conocer el problema del mal. Hasta entonces, será un misterio. (O)