El Gobierno del Encuentro no tiene la menor idea sobre qué hacer con lo público. Tal vez aún no lo entiende. No lo procesa. Sucumbe ante su enorme importancia en la vida de una gran porción de la sociedad cuya existencia depende del Estado. Y por ello minimizan el papel del Estado frente a la dinámica política, económica y social como la mejor vía. Como lo desconoce, se desentiende, se desobliga, le da las espaldas.

Ocurre con el tema de la educación superior. Aunque lo dijo ramplonamente en campaña –por lo cual no podemos renegar de que “no lo sabíamos”– y lo hizo irresponsablemente en el poder, el hecho de eliminar el examen de ingreso a las universidades públicas es la confirmación de la hipótesis inicial: a la actual administración no le interesa lo público.

Recordemos la propuesta del entonces candidato: eliminar el examen de ingreso para que los jóvenes bachilleres de la patria tengan paso directo a las universidades ecuatorianas. Palabras más, palabras menos. Creían que así lograrían conectarse con la principal demanda de un numeroso sector de electores jóvenes: ofrecerles cupos en el sistema de educación superior, mientras en simultáneo planeaban reducir presupuestos, desprestigiar resultados y relajar los controles de calidad.

Tras el anuncio de la eliminación del examen de ingreso se vieron obligados a admitir que la medida no generará más cupos en las instituciones de educación superior, pues las expectativas –falsas desde luego– enardecieron advirtiendo un efecto contrario. Y aquel filtro mal administrado en los dos últimos gobiernos, ahora es de responsabilidad de aquellas universidades a las que se les ha reducido el presupuesto. Desobligo gubernamental en educación pública –si recordamos los conflictos pendientes con los gremios de maestros–.

Ocurre con el tema de la salud. Un sistema público tomado por la corrupción que requiere de otras medidas que no sean su debilitamiento y desfinanciamiento.

El servicio público de salud es para muchos la primera y última mano a la que pueden acudir con sus dolencias a cuestas. Quizá la única esperanza para madres parturientas, obreros sin afiliación, ancianos desamparados y enfermos, niños en su primer año de vida. ¿Requiere mayor explicación o visión de este panorama?

El modelo público de salud tiene una estrategia como norte: el sentido de solidaridad. Y si perdemos ese norte –en el Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social, la ausencia de paracetamol es la más patética evidencia de la importancia de lo público en salud para el Gobierno del Encuentro– dejamos a la deriva a los grupos más vulnerables de la sociedad.

Solo dos botones de muestra. Por el resto podrían hablar profesionales sin empleo, jubilados sin pensiones, emprendedores sin legislación y muchos impuestos, emigrantes e inmigrantes sin patria, deportistas sin infraestructura, cultura y gestores culturales sin presupuestos para publicaciones, rodajes o exposiciones; becados sin beca, policías sin… ah no, perdón, ellos sí están bien. En fin, un administrador de lo público –servicio– formado empíricamente en lo privado –lucro–. ¿Qué puede estar peor? (O)