En el sermón dominical, las palabras del sacerdote respecto de la Semana Santa me llevaron a reflexionar que la vida, pasión y muerte de Cristo le sirve a la humanidad para recordar que hay otras pobrezas que se conectan con el corazón, la conciencia y el espíritu humano; pobrezas que deberíamos superar individual y colectivamente.

Me viene a la mente la pobreza de actitud, carecer de la predisposición, la garra y el coraje para enfrentar positivamente la realidad y para querer salir adelante ante la adversidad. La falta de mentalidad de creer que siempre se puede mejorar, aprender, perseverar y que un cambio siempre es posible cuando se desea. La pobreza de sentirse un ser humano valioso, digno de mejores días. La pobreza de actitud nos lleva a desperdiciar las energías, las ideas y el tiempo. La actitud positiva, en cambio, hace una gran diferencia, como bien lo afirmó Winston Churchill. ¿Vivimos con actitud positiva en los tiempos adversos de hoy o nos dejamos llevar por el pesimismo?

Pienso también en la ausencia de la presencia de Dios en nuestras vidas o un sentido más amplio, una fuerza y una idea superior que trascienda a nosotros, que nos haga verdaderamente humanos; y, que nos llena de amor y compasión hacia el prójimo. Reconocer que hay un ser supremo en la vida, quien nos inspira y observa, logra que deseemos hacer mucho por nosotros mismos. Tan importante es encontrarse con esa presencia que Mark Twain dijo: “Los dos días más importantes de tu vida son el día en que naces y el día en que descubres por qué”. ¿Hemos reflexionado cada uno de nosotros en el porqué de nuestras vidas?

Y, la falta de voluntad para ejercer valores éticos y las virtudes de bien, como el respeto, la humildad, la empatía, el esfuerzo, la honestidad, la generosidad, entre otras, necesarios en una sociedad diversa que requiere grandes transformaciones. Así como la falta de los valores éticos promovidos desde la educación y el ejemplo que se vive en familia. ¿Son los comportamientos que tenemos y observamos el reflejo de los valores en los que creemos y queremos?

O también la pobreza de visión de futuro, entendida por la carencia de sueños, de imaginación, de metas y logros por alcanzar. La carencia del deseo de ser alguien en la vida, de trabajar con ahínco y luchar por ello. ¿Estamos enfocados en una visión más de allá de tan solo vivir el presente?

Deberíamos involucrarnos todos en este desafío de superar estas pobrezas que no son materiales y que, sin embargo, nos llevan a ser mejores ciudadanos, políticos, profesionales, padres, maestros, estudiantes, en definitiva, a tener una vida más plena, a ser mejores personas; y que claramente contribuyen a superar la pobreza económica.

Abraham Maslow afirmó: “Si tu única herramienta es un martillo, tiendes a tratar cada problema como si fuera un clavo”. Es quizás eso lo que sucede con gobiernos, sociedades y las personas, quienes se enfocan exclusivamente hacia la superación de las carencias materiales. Bien podría considerarse en el discurso y la agenda esta mirada distinta de la pobreza. (O)