Bajo el título Estigma: La identidad deteriorada, Erving Goffman desarrolló el análisis de las características que se conjugan en entidades que se vuelven desprestigiadas, menos apetecibles y en el peor de los casos menospreciados. El análisis resulta útil para pensar posibles salidas a los males que aquejan a las sociedades.

Las noticias de violencia sistemática nos estremecen y los titulares de los medios de comunicación sirven como recordatorio de la urgencia de trabajar por la paz social. La violencia representa un fenómeno social exacerbado en épocas de crisis económicas como la que afronta Ecuador, caracterizada por una deuda externa económica y deuda social interna heredada, cuyo peso vuelve imposible la operación cotidiana del aparato fiscal. Que hoy se ve obligado a desviar ingentes fondos para “armar” a la fuerza pública.

La desconfianza

Sin embargo, en Ecuador hay territorios más afectados que otros y, lastimosamente, la joya verde de Esmeraldas se encuentra en peligro real y lastimado su prestigio. Hace unas décadas Ecuador se nominaba a sí mismo como una “isla de paz”. Hoy las disputas de bandas delincuenciales, las luchas políticas intestinas y la sensación de procesos corrompidos abomban el ambiente de la cotidianidad. Ante eso, los estados de excepción decretados por los organismos gubernamentales pueden limitar momentáneamente el espacio de guerra urbana. Pero se requiere más que eso para reconstruir el tejido social.

La delincuencia va ganando

Y los territorios empiezan a ser portadores de estigmas. Los griegos llamaron estigma a “signos visibles”, que permiten identificar algo “malo y poco habitual” en relación con acuerdos morales de una sociedad. Por lo que, el asesinato, la mutilación, la decapitación y el uso de armas se vuelven “estigmas” en un territorio, lo peligroso es que el estigma contamina o puede en su versión más proterva convertirse en una profesión y todos los estigmatizados resignarse a su condición y darle forma. De ahí que la violencia en su forma más perversa da a luz al sicariato, que convertido en ‘profesión’ logra abrirse espacio como el cáncer social, a menos que se tomen medidas urgentes e integrales.

En el día a día usted y yo podemos colaborar a restaurar la paz, con pequeñas acciones que reparen los lazos sociales.

Para que los estigmas sociales se superen, se requieren acciones colectivas. Toda acción exige una interrelación. Para romper un hecho social, es necesario que alguna de las partes se “niegue” a continuar con el intercambio social. De ahí que identificar las redes sociales que generan, mantienen y detonan los hechos violentos son uno de esos mecanismos emergentes, que requieren de la participación de científicos sociales, actores comunitarios y apoyo social.

Liderazgo: síndrome de Hubris

En el día a día usted y yo podemos colaborar a restaurar la paz, con pequeñas acciones que reparen los lazos sociales. Hay actos cotidianos como la comunicación asertiva (positiva y respetuosa), la conformación de grupos de autocuidado, protección y respeto; los procesos de educación para la paz y por la paz. Son acciones imprescindibles que pueden ser retomadas por organizaciones como las iglesias, directivas barriales, asociaciones deportivas, universidades y grupos familiares. Sin embargo, las acciones deben nacer de algún lado y muchas veces desde las propias víctimas. (O)