De lo colectivo, de la muchedumbre. Formamos parte de la humanidad y tenemos que ver con lo que sucede a nivel social y global. Pero también somos seres individuales, irrepetibles, idénticos solamente a nosotros mismos. Desde esta doble perspectiva, tenemos que ver con lo que sucede colectivamente, siendo corresponsables por acción u omisión de la forma que adquiere ese ente multitudinario siempre cambiante y en perpetua transformación por la propia e indetenible dinámica de la vida. Y también somos, igualmente, responsables por nuestras vidas individuales.

He tratado en esta columna, y en otros espacios que me permiten expresar ideas, el tema de la deriva global respecto al análisis de lo social, que de manera unidimensional y casi obsesiva se concentra en lo que sucede en el ámbito colectivo relacionado con el mundo del espectáculo, farándula, deportes, politiquería y, en general, con toda manifestación multitudinaria que encandila no solamente a quienes ahí se solazan, sino también a aquellos que en principio no están de acuerdo con esa realidad y la critican, pero que también son obnubilados por ella, porque la rescatan siempre con sus comentarios y reflexiones. ¡Como si todo lo que ahí pasa fuese de trascendencia histórica!, cuando no es sino un inmenso tinglado de pueril banalidad.

(...) tenemos que ver con lo que sucede a nivel social y global. Pero también somos seres individuales, irrepetibles...

Me parece que la preocupación por lo que acontece en redes y en el mundo del espectáculo social y político es siempre legítima, pero no es el único escenario posible de análisis, y cada persona puede escoger el suyo para estar e incidir. De hecho, lo que marca el rumbo civilizatorio no se encuentra ahí. El derrotero que la humanidad sigue proviene —en gran medida— de los resultados que se dan tanto en las ciencias objetivas como en las sociales. Los trabajos de investigación atómica, espacial, genética, informática y otros no tienen nada que ver con el bullicio que atrae a tantos, pero marcan definitivamente el rumbo de la civilización. Tampoco está en el espacio del ruido la obra de pensadores sociales que han aportado para la vigencia de conceptos como democracia, formas de gobierno, juridicidad, libertad, trascendencia, religión, espiritualidad y tantos otros, que igualmente definen el escenario de la convivencia y de la historia.

Así, por lo dicho, es un error peligroso darle tanta importancia a lo trivial, cuando en realidad es en otros ámbitos en los cuales el destino de la humanidad se forja. Lo frívolo siempre está con nosotros, así como también la conciencia de las inmensas posibilidades que nos brindan el conocimiento y la virtud. La abrumadora presencia del superficial ruido mediático contemporáneo es importante para grupos de personas —sin duda, aplastantemente mayoritarios— que no pueden escuchar ni ver realidades que provienen de otros ámbitos; que, por el contrario, siempre fueron visualizados por otros —algunos— que saben de la importancia trascendental de vidas dedicadas al mejoramiento personal, de sus familias y al servicio a los otros a través del estudio, la disciplina y del virtuoso esfuerzo en cada uno de los espacios personales, ciudadanos y profesionales en los cuales evolucionan y viven. (O)