Han pasado casi dos meses desde la posesión del presidente Lasso. Hay que reconocer que se ha logrado suficiente en tan poco tiempo. Ser presidente es un cargo muy exigente, y la población siempre está demandando acciones en función de las múltiples necesidades. No es mi intención evaluar la gestión presidencial, pues aún no es el momento, pero como ciudadana y emprendedora me permito, en estas líneas, dejar tres retos para el presidente.

Primer reto: la vacunación masiva debe continuar. Se están logrando cifras impresionantes cada día y, de seguir así, la ambiciosa meta de llegar a 9 millones de vacunados se cumpliría antes de los 100 días propuestos. Estamos entre los líderes mundiales en cuanto a velocidad de vacunación. Esto se debe al trabajo planificado y coordinado no solo desde el sector público, sino también con universidades y gremios empresariales. Se debe continuar con lo que funciona, comunicar asertivamente, y desmontar algunos mitos que prevalecen respecto a efectos negativos o la preferencia de alguna marca de vacuna por sobre otra. La población se debe convencer de que la vacuna ayuda a sobrevivir y que, ante esta vital condición, cualquier marca es apropiada.

Segundo reto: visibilizar a los héroes. Durante los momentos más críticos de la pandemia se resaltó la labor de los médicos que están en la primera línea de atención. Ahora se han sumado a la labor heroica las brigadas de vacunación, y estamos aplaudiendo lo que se está logrando. Lo relacionado al combate contra el virus tiene toda la atención mediática, y está bien, pues hasta hace poco vivíamos azotados por el miedo y la incertidumbre de una amenaza mortal. Pero también hay otros héroes: el emprendedor que se arriesga, el microempresario que no se rinde, y el inversionista que apuesta a que vendrán días mejores. Ellos, con su trabajo y sacrificio sostienen las pocas plazas de empleo. Estoy convencida de que el presidente Lasso, como visionario que siempre fue, encontrará la manera de aliviar todas las deudas y obligaciones públicas y privadas que asumieron muchos empresarios para mantener y sostener su actividad.

Tercer reto: no olvidar la desigualdad. Yo soy muy afín a las reformas que apuntan hacia la libertad económica, es decir, la reducción de impuestos, la apertura comercial, etc. Es el camino óptimo para aumentar el empleo y reducir la pobreza. En ese sentido, hay un tema que está relacionado, pero que pocas veces se trata: la desigualdad. Lo que ocurre en los sectores rurales es dramático: agricultores que viven sumidos en la miseria, criando a sus hijos con carencias de servicios básicos, todo eso pese a que sus productos son comercializados en Europa o Estados Unidos. Esto se da porque, por un lado, los intermediarios no han desarrollado prácticas de responsabilidad social para crecer junto a la comunidad y, por otro lado, los agricultores no tienen la formación ni asesoría en financiamiento para fortalecer su actividad, muchas veces terminan en pérdidas o una sobreoferta de productos. El campo tiene sed, sed de justicia, sed de agradecimiento, si el campo no trabaja la ciudad no come. (O)