Creo que si se le pregunta a cualquier persona qué es lo que busca en la vida, la respuesta, en el fondo, es única: ser feliz.

Es posible que no se haya dado cuenta de que los propósitos que ha concebido son solo medios para lo de fondo: la felicidad. Si usted proyecta ser ingeniero civil, informático, ambiental, abogado, etc., lo que está buscando es realizar su felicidad a través del ejercicio de una de esas profesiones. El ejercicio de ella, o de la actividad que se procure, es parte importante de la felicidad, de ahí la importancia de elegir bien.

Al delincuente hay que atraparlo y apoyarlo para que pueda dar un giro a su vida. Tiene derecho al cambio... no a dañarnos.

Hay otra faceta de la felicidad que es invariable: hacer dichosa a nuestra familia más cercana. Para lograrlo hace falta no solo facilidades materiales, sino una red de situaciones que pueden resultar complejas de manejar: paciencia, empatía, llegar a lo más profundo de nuestros hijos, etc. Construir óptimas relaciones con ellos y administrar bien y a largo plazo ese vínculo puede ser una tarea compleja, pero alcanzable. Una familia feliz en circunstancias difíciles puede indudablemente gobernar mejor las situaciones adversas. La suma de familias felices da como resultado una mejor sociedad. Una familia que vive efectivamente de acuerdo con los valores correctos inculcados por los padres produce una sociedad de valores. Y una sociedad así no será proclive a ningún tipo de delincuencia. Ergo, parte fundamental de la lucha a largo plazo contra la delincuencia pasa por un giro a nuestras vidas: priorizar los valores que debe vivir cada familia en forma permanente y practicarlos efectivamente. Los niños/a felices difícilmente serán delincuentes. Los adolescentes bien formados nunca abusarían sexualmente de nadie. Los padres que viven verdaderamente el amor por sus hijos difícilmente los ofenderán. Cada ser humano lleva consigo su propia historia, e indudablemente en gran medida cada ser es el producto de su pasado. Entonces debemos esforzarnos por construir una buena historia de vida para nuestra familia más próxima, apoyarla en la consecución de sus sueños, orientarla con objetividad. Si se le pregunta a cada delincuente que se atrapa cómo fue su infancia encontraremos seguramente gran parte de la explicación. Cada ser, en muy buena parte, es el producto de su historia. Entonces, reitero, construir buenas historias nos conduce a edificar una sociedad calificada.

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Si las circunstancias de la vida nos hicieron infelices hay un remedio: el perdón y la acción. Perdonar a quien nos dañó es un imperativo, no porque lo merezca sino porque el perdón nos quita un peso de encima, nos alivia. Ello no significa interactuar en adelante con quien dañó. Es simplemente voltear la página por nuestra propia felicidad. Aliviados del peso, es urgente levantarnos y recapitular las acciones para conseguir los sueños que se truncaron. Queda algo más: asumir los problemas, por grave que fueran, como enseñanzas, y voltear la página.

Empecemos, pues, a quitarnos el peso de una vez.

Al delincuente hay que atraparlo y apoyarlo para que pueda dar un giro a su vida. Tiene derecho al cambio, pero no a dañarnos. (O)