Así, uno, muy en singular, porque en el Ecuador los libros de filosofía pura o de los saberes que la componen como la ontología, la teoría del conocimiento y otras disciplinas cercanas son raros, si exceptuamos los textos académicos que tienen otro propósito. Tampoco hablo de ediciones de divulgación, sino de propuestas consistentes en las que un pensador expone su visión sobre temas filosóficos. La obra a la que me refiero es El fracaso de la filosofía de la liberación latinoamericana, de Joaquín Hernández Alvarado (San Salvador, 1948), respetado académico que reside y trabaja en el Ecuador ya más de medio siglo. Es un volumen contundente, adjetivo que según el DRAE significa “que produce gran impresión en el ánimo, convenciéndolo”, pero también lo es en el sentido de sólido y bien estructurado, con una argumentación muy sustentada en reflexiones y referencias.

Fracaso y triunfo de la filosofía latinoamericana

Este producto elegante de Paradiso Editores se inicia con una larga entrevista biográfica al autor en la que cuenta su peripecia vital y su aventura intelectual. Un excelente abreboca para el banquetazo filosófico, que nos permite conocer al ser humano detrás de la construcción teórica que constituye la obra en sí. Este documento interesante y valioso describe el ambiente del Filosofado de san Gregorio Magno, en el que pensadores de varias nacionalidades se juntaban en Quito para “hacer filosofía”, algo que pocos años después dejó de hacerse en este país, en el que había poca tradición de tal actividad. Esta institución adscrita a la Compañía de Jesús, en los sesenta, como toda la Iglesia y todo el mundo, entró en crisis de identidad intelectual y existencial. Al filosofado se lo vació en el departamento de Filosofía de la Universidad Católica, que recogió algo de su labor e incluso experimentaría luego un gran momento creativo, gracias a la presencia de un grupo de académicos argentinos exilados, entre los cuales el más filósofo era Arturo Andrés Roig, creador de la llamada filosofía de la liberación latinoamericana, en torno a la cual gira el libro que comentamos.

Revive la filosofía

Roig valida el intento del hombre latinoamericano de crear una filosofía propia. Por eso sería un acucioso buscador de vestigios de pensamiento reflexivo en los intelectuales de épocas anteriores (Alberdi, Montalvo, Martí, como ejemplos). Su sistema parte de un “a priori antropológico”, pues establece como su terreno y su base la circunstancia de la humanidad de esta región, que dialoga y se enfrenta con la “filosofía universal”, es decir, con la herencia griega y europea que conforma este saber. Pero, no pudo escapar del espíritu de la época que imperaba en nuestros países y tomó como referencia la “teoría de la dependencia”, que planteaba que vivíamos sujetos y supeditados a Europa y Norteamérica, no solo en lo político y económico, sino también en el pensamiento. Había que superar esta situación y liberarse. Esta posición limitó y encerró el aporte de Roig, más si contamos con que el “dependentismo” ha sido recusado incluso por sus mismos creadores. Fracasó la filosofía de la liberación, pero no la filosofía latinoamericana, que puede y debe seguir creándose como lo demuestra el libro de Hernández, esforzado e iluminador. (O)